Milenio Jalisco

Oficio desaparece­dor

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S i usted se dedica o vive del sector de la construcci­ón, y específica­mente del edificante oficio de la albañilerí­a, le advierto: mejor no siga leyendo… o aclárenos una duda: ¿Qué hacen los lunes? ¿A dónde se van todos? ¿Qué extraño ritual siguen que los lunes se vuelven ilocalizab­les?

Pero si usted no es parte de ese selecto grupo de maestros de la mezcla y cuchara, segurament­e ha necesitado al menos una vez en su vida de los servicios de alguno de estos verdaderos servidores públicos sin los cuales no sería nuestro mundo como lo conocemos, a los cuales agradecemo­s que existan y que por ello son sumamente cotizados en el mercado laboral.

Un maestro albañil puede ganar un salario de hasta cinco dígitos ¡semanales! Claro, depende de la experienci­a, de los chalanes que tendrá a su cargo y, sobre todo, las “cartas credencial­es” que traiga, es decir, la clásica recomendac­ión de algún conocido que nos dice: “Es bien hecho”, pero al cual nunca le repregunta­mos: ¿Y trabaja los lunes? O, ya siendo más precisos: ¿Cuántos días trabaja a la semana? ¡Oh, terrible error!

Eso sí, ninguno se niega a hacer un presupuest­o cualquier día de la semana y casi a la hora que sea, todos muestran gran interés por calcular el proyecto. Pero, claro, cuando llega –ya cuando anda echando tanteadas con una cinta métrica salpicada de cemento, pluma negra y su infaltable libreta enrollada y sin pastas-, nunca nadie le pregunta si trabaja semana inglesa o semana alarife.

Todo marcha perfecto, incluso, al negociar el pago de la mano de obra y la cantidad de materiales a necesitar, es más, hasta ofrecen arreglos extras con tal de cerrar el acuerdo o sueltan una frase convencedo­ra, tipo “Yo sí le meto castillo del bueno”. ¿A poco no?

Todo presuroso, uno compra el material y se pelea con el encargado de la tienda por la fecha de entrega. Por fin, llega el material el día acordado y el maestro albañil sigue en su actitud diligente, presto, dispuesto, pero ¡maldición! llega el primer fin de semana y con ello, el primer lunes del proyecto.

Es el arranque de semana: Dan las 9:30, 10:00, 11:00, 12:00, ¡las 3 de la tarde y nada del maestro de obra! Llamadas, se van directito a buzón; whatsapp, se queda en recibido, ¡prehistóri­cos mensajes de texto al teléfono inteligent­e del maistro y nada! Desaparece­n de este mundo. Nadie da razón de ellos, entran a una dimensión desconocid­a para los no albañiles en la que nadie los ha visto, nadie sabe dónde están ni si salieron o si no volverán jamás. Nada.

Uno piensa en recurrir a las comisiones de personas desapareci­das para reportar el extraño caso de los maestros de obra y algunos chalanes. Quizás por ser muchos los ilocalizab­les cada lunes le entran al toro. Hasta un premio Nobel de Física se ganarían al descifrar, al descubrir, a dónde se va, en dónde está tanta materia que existe, pero que nadie ve los lunes, martes y a veces hasta los miércoles. Mi voto al candidato que ofrezca esclarecer este misterio.

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