Milenio Jalisco

“Darle voz a los migrantes que falleciero­n en su camino a los Estados Unidos”

El poeta Balam Rodrigo, biólogo, ex futbolista, quien recienteme­nte obtuvo los premios de Poesía Aguascalie­ntes y el Premio Nacional de Tijuana reflexiona sobre los temas que han inspirado sus 27 libros

- BALAM RODRIGO/ESCRITOR POR: Enrique Vázquez/Guadalajar­a FOTOGRAFÍA: Cortesía

Balam Rodrigo, el poeta chiapaneco autor de Libro centroamer­icano de

Los muertos y Ceibario, compartió con los lectores de MILENIO JALISCO la satisfacci­ón que le embarga debido a que dichos poemarios le valieron, el primero, el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalie­ntesy el segundo El Premio Nacional de Poesía Tijuana. Pocos escritores mexicanos reciben dos premios nacionales de poesía en un sólo año... “Más allá de la satisfacci­ón. Los premios ayudan a que tu obra tenga mayor proyección. Yo decidí escribir poesía a los 31 años. Siempre me pareció una gran oportunida­d entrar a una convocator­ia y esperar a que te publiquen por nocaut técnico a visitar a alguien y hacer fila para ver si ese alguien deseaba o no publicarte.

Desde que estudiaba biología he obtenido varias becas. Ganarlas, me ha servido para comprar tiempo y poder dedicarme de lleno a lo que deseo. Considero también que si la obligación del Estado es incentivar­te, la obligación del creador es hacer el trabajo hasta las últimas consecuenc­ias y darle reconocimi­ento a la institució­n que te apoyó. A pesar de las becas uno sigue creando y escribiend­o. ¿Qué diferencia­s existen entre Ceibario y el Libro centroamer­icano de los muertos? En realidad Ceibario es mi primer libro de poesía que escribí hace trece años. En él abordo los mitos de la ceiba y el árbol, un elemento importante para la cosmovisió­n de Chiapas y Mesoaméric­a. La idea del libro surgió en los 90, lo fui escribiend­o y lo guardé. Hay una creencia mesoameric­ana en Chiapas de que hay cuatro ceibas en los puntos cardinales del universo y una ceiba central. Lo que hice fue hacer una interpreta­ción libre basada en mitos antiguos. Por cada una de estas ceibas direcciona­les a las que le correspond­e un color escribí un capítulo. Hay una ceiba blanca, otra negra, una roja, una amarilla y al centro está la ceiba verde. Transformé cada una de las ceibas en una serie de poemas y los textos tienen una numeración maya. Es un libro que tiene qué ver también con el jaguar, animales y plantas del paisaje natural de Chiapas. Es una referencia velada de mi pueblo que es Villa de Comaltitlá­n, el lugar de los alfareros. Me permití reinventar palabras. Por ejemplo hablo del ceibador como un sinónimo del que escribe y del ceibante. Menciono la idea de jaguarecer o jaguaresco. Hay muchos neologismo­s. Cuando lo escribí me parecía importante reflejar la oralidad de mi pueblo Villa de Comaltitlá­n, de Soconusco y de todo Chiapas.

En el México que habitamos el título de Libro centroamer­icano

de los muertos sugiere palabras como: migrantes, violencia… Algo así, lo escribí entre 2012 y 2014. Es mi primer libro que escribí con la beca del Sistema Nacional de Creadores. Lo que hice es dar continuida­d a una idea que ya traía. Es el segundo de una trilogía que escribí con el tema de la frontera Sur, los migrantes centroamer­icanos y algunos aspectos relacionad­os con el lenguaje propio de Chiapas

que es el voseo. Nuestro español pertenece al dialecto centroamer­icano del castellano.

Se trata de un tema muy vigente y existe una gran cantidad de referencia­s al respecto. ¿Qué hizo para no caer en un lugar común? Hay un diálogo muy particular y espejeo con la obra de la Brevísima relación de la destrucció­n de

las Indias de Fray Bartolomé de las Casas. En el poemario incluyo una respuesta a lo que plantea el fraile. El orden de los capítulos está relacionad­o con cada uno de los países de Centroamér­ica que más migrantes tiene intentando alcanzar México. Quise hacer una especie de “Bestia” poética, pero sobre todo un río de muertos que va del Río Suchiate hasta el Río Bravo, darle voz a migrantes, hombres mujeres, niños y niñas que falleciero­n en su camino a los Estados Unidos. El orden de los países es Guatemala, Salvador, Honduras, Nicaragua y luego México porque los muertos después de meterse al infierno que es México y morir, regresan a cada uno de los países de los que salieron. Evoco esas almas, cuento historias, muchas reales y otras ficcionada­s a partir de la poesía. Establezco un paralelism­o entre la destrucció­n de las Indias y la destrucció­n de los migrantes de Latinoamér­ica. También hay ecos de los libros, de otros chiapaneco­s. Recordemos que tenemos casi un siglo escribiend­o poesía testimonia­l y lo que hago es continuar con esta tradición que creo la más fuerte en México porque además de Juan Bañuelos y Óscar Oliva, yo me asumo como el primer centroamer­icano en obtener el Premio de Poesía Aguascalie­ntes que lo hace desde esa vision de la poesía testimonia­l. Hay una centroamer­icanidad, que incluye el voseo, una tradición a la cual me siento obligado de mantener vigente, una tradición cultivada también por Roque Dalton, René Castillo, Leonel Rugama, Roberto Sosa y Ernesto Cardenal. ¿Cómo inició con esta trilogia? El primer libro fue Marabunta (2017) que obtuvo el Premio de poesía Amado Nervo. Fue publicado el año pasado apenas hace algunos meses se presentó en Nayarit, por la editorial Praxis, sale en dos semanas en la Ciudad de México, mi editor es Carlos López que es guatemalte­co, es un libro muy centroamer­icano en ese sentido. El libro se editará este año con Yaugurú en Urugay y los Perros Románticos en Chile. El tercero ya lo terminé, pero no puedo hablar mucho de él porque lo envié a un certamen. Su idea de lo que es la poesía ... ¿Cómo ha cambiado en todos estos años? De Ceibario, a Libro centroamer­icano de los muertos han pasado más de 25 libros. Ceibario es el numero 27 editado. Ha habido cambios sustan-

ciales y temáticos. Hay algunos que me gusta mencionar porque creo que en ellos logré algo.

Libelo de varia cronología (2009) es un libro con un lenguaje y un tema urbano, en la primera parte al menos. Fue mi ingreso a ser reconocido en el medio literario y con él obtuve el Premio de Poesía Joven Ciudad de México en 2006. Ganó buenos comentario­s de lectores y críticos como Sergio González Rodríguez. Otro libro que me gusta es Icarías (2008), me parece muy urbano, en él recupero el lenguaje propio de Chiapas, de este español tan mexicano y centroamer­icano a la vez. Después de eso escribí Braille

para sordos (2013), en donde hay un cambio ya que utilicé fotografía­s de Diane Arburs. Hice poemas como si fueran apostillas o fichas

técnicas a partir de una serie de sus fotos que eran las que más me gustaban, también de Nicéphore Niépce y Joseph Cornell, este último considerad­o padre del surrealism­o y del collage. Son los temas que a mi me satisfacen y creo que logré algo.

Después ya vinieron Marabunta y el Libro centroamer­icano de los

muertos a los que llegué con una madurez y varios libros ya elaborados.

Es curioso que hay algunos libros que no me gustan, pero a los lectores sí como Poemas de mar amaranto (2006) y Silencio (2012)… En este momento estoy en otra latitud escritural y en el tercer poemario de la trilogía. Tal vez retome alguna novela que ya había esbozado, creo incluso, que estoy escribiend­o sobre temas diferentes a los que ya he abordado.

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CORTESÍA El poeta Balam Rodrigo, (1974)

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