Tiempo transcurrido
partir de ayer, la atención del votante está muy lejos de las aburridas, predecibles, tibias campañas. El balompié se llevará los ojos y discusiones en redes y cafés.
Se acabó el tiempo para una contienda normal.
Ahora, solo queda otro tipo de medias para que el entornado cambie su decisión el primero de julio. Nada fácil a partir de herramientas de competencia limpias y legales.
El PRI vive un momento curioso. Pese a que las encuestas dan una tunda en cuanto a la percepción del electorado hacia sus candidatos, los equipos de campaña a nivel federal viven este periodo en una calma sorprendente. Confiados en el movimiento territorial y algún as que tengan bajo la manga, la confianza en el triunfo de Meade pudiera parecer risible o, peor aun, tramposo.
Caso contrario es el de Ricardo Anaya y compañía. Los frentistas se saben en desventaja: no tienen la simpatía de la mayoría y están bajo persecución legal por parte de instancias gubernamentales. A simple vista, pareciera que el enojo de la administración actual va más allá de una mera competencia electoral. Pareciera un asunto personal, enojo que destruye a todos.
A eso, habrá que agregar los pleitos locales como en Jalisco. El PAN cree que se juega su supervivencia con un candidato que sea más reaccionario que los demás -si es posible-. El resultado llega a ser patético como lo qué pasó el pasado viernes, cuando los equipos del frente no sabían cómo agrupar a los distintos candidatos al gobierno de Jalisco.
En camino contrario, los simpatizantes de López Obrador comienzan a actuar como gobierno. Algunos, como era de esperarse, con cuchillos afilados ante sus adversarios en una evidente visión no de justicia, sino de venganza. Tantos años de persecución mediática pueden afectar a algunos, otros solo lo hacen como deporte nacional donde el sacrificio es la forma de cobrar viejas facturas.
Así, el fútbol deja la elección casi resuelta en el aspecto nacional. Jalisco tiene aun cuentas donde los escándalos zonales -como Arboledas Sur o las inundaciones de Plaza Patria- desean pegar los avances en preferencia de los punteros y, de paso, de su líder político.
Negocios normales en una deslavada contienda llena de campañas de lodo en redes sociales.
Eso, si antes no aparece la bomba de la que todos hablan sin saberla, como cuento de García Márquez que versaba sobre algo terrible que pasaría a un pueblo.
Hasta qué pasó. A