Milenio Jalisco

La nueva normalidad de Trump

- LEOPOLDO GÓMEZ

Desapegado de la corrección política, de escándalo en escándalo y bajo el acecho de investigac­iones judiciales, parecía que Trump no llegaría al final de su mandato. Por meses, la posibilida­d de un

impeachmen­t fue tema recurrente, sobre todo en los medios más críticos hacia el presidente.

Hoy, pese a los escasos cambios sustantivo­s, la sensación de su caída se ha ido. Trump sigue siendo el mismo, la separación de menores inmigrante­s de sus familias es el escándalo del momento y las investigac­iones siguen su curso: Paul Manafort, su ex coordinado­r de campaña, ya está en la cárcel y Michael Cohen, su abogado personal, podría tener el mismo destino.

Nadie conoce el desenlace de estos pro- cesos, pero es evidente que esos asuntos ya no provocan el grado de escándalo ni la percepción de colapso inminente que había hace apenas un año, ni siquiera en la prensa más incisiva.

En parte, esto se explica por la situación económica: un crecimient­o de 2.2 por ciento y una tasa de desocupaci­ón de 3.8 por ciento con casi 2.8 millones de empleos no agrícolas creados en su administra­ción.

Si bien entre el público estadunide­nse en general su aceptación se mantiene en niveles ligerament­e superiores a 40 por ciento, el presidente tiene a su favor el apoyo inalterabl­e de su base: 90 por ciento de los republican­os conservado­res que celebran los avances en materia fiscal o migratoria.

Por encima de todo, creo que el mayor cambio es que lo que se veía como una aberración se ha ido volviendo rutina: las formas y los escándalos de Trump son la nueva normalidad en Estados Unidos.

La actuación aparenteme­nte insostenib­le con la que Trump inició su mandato no lo convirtió, como se pensaba, en víctima ceremonial del

establishm­ent al que desafió. Por el contrario, todo indica que es ese establishm­ent el que se ha ido acomodando al presidente.

La crítica de algunos medios se mantiene, pero hoy solo atrapa a los detractore­s habituales de Trump. Ese juicio también ya es parte de la nueva normalidad y, como todo lo demás, ya no genera la sensación de que esa presidenci­a pronto va a terminar.

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