Lecciones para un México urgido de rumbo
Las universidades jugamos un papel fundamental en interpretar y adaptar lo que es útil para el país; Singapur nos muestra cómo una nación puede dar un salto cuántico en una generación, pese a enfrentar retos mayores a los nuestros
Cada año, consejeros del Tecnológico de Monterrey realizan un viaje a países y ciudades que destacan en la formación, atracción y retención de talento y en la calidad de la interacción entre sus liderazgos y estructuras académicas, empresariales y gubernamentales. La cultura, la mentalidad y los ecosistemas de innovación y emprendimiento han sido esenciales en esos lugares para el logro de altos niveles de competitividad a escala internacional.
Se han explorado los ejemplos de Boston, Silicon Valley, Chicago y Austin. En 2017 se visitó Israel y este año Singapur. Parte de nuestra búsqueda de rumbo como institución educativa y como nación debe nutrirse de las experiencias de otros países. Las universidades jugamos un papel fundamental en interpretar y adaptar lo que resulta útil para México. Singapur nos muestra cómo una nación puede dar un salto cuántico en una generación, pese a enfrentar de origen retos mucho mayores que los nuestros.
Singapur era un escaparate del subdesarrollo colonial, del desempleo y de graves conflictos étnicos y religiosos entre la población china, india y malaya. Actualmente está entre los cinco países más prósperos del mundo.
Desde su independencia, en 1965, su PIB ha crecido a una tasa de 7.7 por ciento anual promedio y su PIB per cápita a 5.4 por ciento. Su ingreso per cápita hace medio siglo era similar al de México. Medido hoy por paridad de poder adquisitivo, es casi cinco veces mayor.
El viceprimer ministro, varios ministros y los presidentes de las mejores universidades de Asia nos describieron la fórmula de su éxito, que gira en torno a siete pilares: inclusión, honestidad, cero impunidad, meritocracia, forja y atracción de talento, innovación y pragmatismo.
Sus instituciones públicas son las más eficientes en el mundo y sus políticos son los más respetados. Transparencia Internacional los ubica entre los seis países con menor corrupción percibida, al nivel de Suecia, de un total de 180 evaluados en 2017 —México ocupa el lugar 135, junto con Honduras y Paraguay—.
Singapur es el número uno en educación superior y capacitación para el trabajo, impulsado por la calidad de sus programas en ciencias y matemáticas, ubicados también en primer lugar —México califica en los lugares 82 y 120, respectivamente—. En la última versión de la prueba PISA, aplicada a más de medio millón de estudiantes de 15 años en 72 países en 2015 en matemáticas, ciencias y lectura, Singapur obtuvo un extraordinario primer lugar en las tres categorías. 35 por ciento de los estudiantes evaluados en matemáticas alcanzó un nivel de excelencia; en México, lo logró 0.3 por ciento.
Singapur invierte cuatro veces más en investigación y desarrollo que México, con relación al tamaño de nuestras respectivas economías; tienen casi 28 veces más investigadores que nosotros, en proporción a la población de cada país. Han logrado atraer una presencia de profesores, investigadores e incluso universidades extranjeras de extraordinaria calidad, como el MIT.
Se trata de una nación comprometida con la formación del mejor talento local, a la par de la atracción y retención del mejor talento del mundo. Hoy expanden la fórmula con un compromiso nacional en gran escala hacia un aprendizaje continuo, reconociendo la rápida obsolescencia del conocimiento y la volatilidad del empleo en el siglo 21. Resulta emblemático que la última cita de Lee Kuan Yew antes de morir a los 91 años en 2015 fue para una clase con su maestro de mandarín.
Sus dos principales universidades son las mejores de Asia; están clasificadas en el lugar 11 y 12 a escala mundial por QS 2019. Por contraste, México tiene solo dos entre las primeras 178: la UNAM y el Tec —de hecho, no contamos con otra entre las primeras 580—. Que un país de menos de seis millones de habitantes tenga dos de las 12 mejores universidades del mundo es reflejo de que sus prioridades, incentivos y recursos están alineados con el bienestar de su población. Podemos encontrar motivos para descartar las lecciones de países como Singapur: se puede esgrimir en este caso el carácter autoritario del régimen, los extremos de su sistema de justicia, su democracia acotada, o la dimensión pequeña de su demografía y su geografía.
A nuestro juicio, los pilares centrales del desarrollo de Singapur son válidos y viables en la realidad y circunstancia mexicana. Y los resultados, más que deseables. No se trata por supuesto de calcar y clonar experiencias. Las lecciones y virtudes centrales de sus políticas educativa, social y económica pueden adaptarse a realidades como la nuestra si existe el liderazgo y la visión. Dos grandes pendientes en México.