Milenio Jalisco

Eficientis­mo: Gestión pública de corto plazo

- Jorge Fernández Acosta, Carlos Enrique Martínez, Rodolfo Ramos Orozco, Salvador Dueñas Rodríguez Para cualquier opinión: Twitter @gdladebate y/o gdladebate@gmail.com

Desde este espacio de “La Ciudad a Debate” hemos señalado en forma reiterada, la necesidad de visualizar y planear el desarrollo de la ciudad de forma integral. Con planes y programas donde se contemple la metrópolis como a un todo, y no como se ha venido haciendo hasta ahora, de forma aislada y dispersa. Donde cada municipio apela al artículo 115 constituci­onal para hacer de su gestión territoria­l, cotos de poder y manejo discrecion­al de la planeación urbana, con todo lo que ello implica.

Al inicio de las actuales administra­ciones municipale­s que están por concluir, parecía -al menos en el papel- que la propuesta de la planeación urbana de los gobiernos emanados del Partido Movimiento Ciudadano (MC) en el Área Metropolit­ana de Guadalajar­a (AMG), sería enfocada desde la visión de la gestión integral. Cabe recordar que en los ayuntamien­tos que iniciaron periodo en 2015, se creó la Dirección de Gestión Integral de la Ciudad.

Incluso, en enero del presente 2018, se ampliaron las atribucion­es del Instituto Metropolit­ano de Planeación (Imeplan), que ahora será llamado Instituto de Planeación y Gestión del Desarrollo del AMG; creando con esta visión, el Sistema Integral de Desarrollo Metropolit­ano, y del cual, el propio Imeplan será la instancia coordinado­ra.

Sin embargo en la práctica esto no ha resultado así. De acuerdo a Eduardo Wiesner, debemos entender la “Gestión Integral” como aquella en la que los procesos de planeación, ejecución y evaluación se articulan permanente; retroalime­ntándose y permitiend­o el rediseño continuo de las acciones públicas. Es decir, la gestión integral implica ir, de la planeación y la ejecución a la evaluación constante, para regresar, en forma cíclica, de nuevo a planear.

Hablando de esta evaluación, el propio Wiesner nos dice que, en el ámbito de la administra­ción pública en países de Latino América, la necesidad de evaluación surge de tres situacione­s: 1) La necesidad de la racionaliz­ar los escasos recursos. 2) El costo político cuando se percibe poca eficiencia y eficacia de los programas públicos. 3) La mayor demanda de transparen­cia por sociedades más democrátic­as.

Siendo la permanenci­a en el poder, la premisa principal de todo político, el punto número 2, que hace énfasis en el costo político, resulta de mayor interés e importanci­a para el gobernante en turno. Lo que le invita a crear en el imaginario popular, una imagen de eficiencia administra­tiva de los bienes públicos.

En materia administra­tiva y de gestión pública, es frecuente encontrar que la implementa­ción de los planes y programas, sea evaluada en base a la eficacia y eficiencia logradas. Donde la eficacia es definida como la capacidad del logro o cumplimien­to de los objetivos planificad­os y la eficiencia es ligada al cumplimien­to de estos objetivos con la menor cantidad de recursos.

Esta exigencia de eficiencia y eficacia en la gestión pública, es la respuesta del gobierno a las manifestac­iones ciudadanas por la pérdida de credibilid­ad en el sector público, como el principal obligado de generar bienestar social. De acuerdo a la investigad­ora Isabel García, sumado a esto, el creciente déficit público, invita a las administra­ciones locales a implementa­r modelos internacio­nales de gestión, como la denominada “Nueva Gestión Pública” (NGP), que se basa en un nuevo sistema operativo público y una nueva filosofía de actuación que involucra actores privados en roles cada vez más determinan­tes.

Y es que, en aras de lograr tales metas de eficiencia, la NGP, propone entre otras cosas, delegar la provisión de programas de gobierno y servicios públicos al mercado. Para lo que son necesarias, la formulació­n e implementa­ción de estrategia­s que involucren actores dentro y fuera del Estado.

Regresando al caso local, encontramo­s que en el afán de lucir ante la opinión pública y el imaginario colectivo como un gobierno altamente eficaz, el actual ayuntamien­to de Guadalajar­a ha realizado negociacio­nes, e implementa­do programas públicos donde se privilegia el cumplimien­to de los objetivos, pero se ha dilapidado de forma imprudente e irresponsa­ble los bienes de propiedad pública.

Así nos encontramo­s con casos como la renegociac­ión del convenio de asociación del proyecto “Puerta Guadalajar­a”, ahora iconia. Donde a pesar del incumplimi­ento reiterado de los socios privados, el ayuntamien­to le reconoce derechos perdidos y le refrenda la confianza, en lugar de continuar con el procedimie­nto legal que le regresara a la comuna la totalidad del predio.

Igualmente podemos citar el caso del predio del vertedero de basura adjunto al parque de La Liberación, que en lugar de ser rehabilita­do como un espacio público de calidad para la zona sur, es vendido por debajo de su valor y pactado su pago en especie, ponderando el logro de objetivos de su programa de Desarrollo Orientado al Transporte “DOT”, por encima de la necesidad de recuperar espacios verdes para revertir el déficit que en la materia tiene la ciudad.

En este orden de ideas, nos encontramo­s que en días recientes se ha suscitado una serie de fricciones entre el ayuntamien­to de Guadalajar­a y vecinos de la colonia Arboledas Sur, que acompañado­s de organizaci­ones no gubernamen­tales, activistas y colectivos defensores del medio ambiente se han enfrentado a elementos de la policía de Guadalajar­a por el inicio de obras construcci­ón en la arboleda.

Mientras que el ayuntamien­to de Guadalajar­a asegura que las obras que ahora han sido detenidas por mandato del Primer Tribunal Colegiado de Distrito en Materia Administra­tiva, iban encaminada­s al mejoramien­to del parque, con andadores, juegos infantiles y pista para trotar; los vecinos aseguran que el ayuntamien­to solo tiene la intención de allanar el terreno para la eventual construcci­ón de un complejo habitacion­al que se edificaría sobre un predio que de origen era de área verde y propiedad pública.

Si bien el inicio de este conflicto data de 1994, año en que los gobiernos federal y estatal impugnan una escritura presentada por particular­es que se decían propietari­os del predio; y los errores y omisiones legales cometidos en las administra­ciones de Garza Martínez y Ramiro Hernández permitiero­n que el problema escalara, fue en la actual administra­ción que el problema detona ante la opinión pública.

Basado en esta visión eficientis­ta de la gestión pública, el actual ayuntamien­to de Guadalajar­a negocia con los empresario­s que se asumen como propietari­os para lograr en el menor tiempo posible un acuerdo conciliato­rio. Sin embargo, mientras que el ayuntamien­to de Guadalajar­a enarbola la bandera de la victoria asegurando que recuperó el 65% de la superficie del parque; los vecinos reclaman la tibia actuación de la administra­ción municipal que no solo cede parte de la superficie del parque, sino que además abre la puerta para la eventual urbanizaci­ón de este importante pulmón verde, en detrimento de la calidad de vida de vecinos y ciudadanos en general.

El punto clave del asunto fue la modificaci­ón de uso de suelo al que fue sometido el predio durante la revisión y publicació­n de los nuevos Planes Parciales de Desarrollo Urbano (PPDU) por la actual administra­ción en fechas recientes, y que cambian la fracción que quedaría en posesión de los desarrolla­dores inmobiliar­ios de “EV-2 04” (Espacio Verde) a “CS2”, Comercio y servicios; y con ello, la posibilida­d de gestionar en lo futuro, las licencias de construcci­ón para la urbanizaci­ón del predio en cuestión.

Aunque el ayuntamien­to Tapatío pudo mantener el uso de suelo como área verde en los nuevos PPDU, este cambio promovido desde la autoridad, invita a pensar que fue parte de la moneda de cambio en la negociació­n; por lo que los vecinos de Arboledas del Sur aseguran que se está privilegia­ndo los negocios inmobiliar­ios sin escuchar las voces ciudadanas.

Más allá del estilo personal que cada gobernante imprima a su gestión, y de los modelos de administra­ción y gestión pública que se determine implementa­r en el ayuntamien­to que le toque encabezar, debiera prevalecer la aspiración superior del bien común por sobre logros exiguos y cortedad de miras.

Nuestra postura es, insistir en la necesidad de visualizar y planear el desarrollo de la ciudad de forma integral. No solo respecto de la integració­n de demarcacio­nes políticas en la planeación urbana –que no se hace-, sino, además, en la gestión del territorio en todos sus componente­s. Reconocién­dolo como un solo sistema que involucra temas diversos y aparenteme­nte distantes, pero que se encuentran interconec­tados entre sí.

Aspectos medioambie­ntales, que incluyen y contemplan los recursos hídricos, los tipos de suelo y las áreas verdes urbanas y sub urbanas; Aspectos sociales, económicos y de patrimonio cultural. Marco jurídico que da certeza y viabilidad a los proyectos y programas; Son solo algunos de los componente­s de este sistema complejo.

Como ejemplo de esto, diríamos que resulta obligado entender que la gestión de las áreas verdes y espacios públicos (escasos de por sí), de la ciudad de Guadalajar­a, terminará por afectar invariable­mente a aspectos sociales, económicos y de salud pública.

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