Crimen y corrupción
“El dolor y el sufrimiento siempre son inevitables para la inteligencia y el corazón. Los grandes hombres tienen gran tristeza en la Tierra” Fiódor Dostoyevski en Crimen y Castigo
M éxico tiene cáncer de crimen y cáncer de corrupción. Estos males se han metastatizado y el único tratamiento que puede curar al paciente es una radiación que le causará grandes rezagos. La cura será tan dolorosa que sus repercusiones se sentirán más que los peores síntomas de la misma enfermedad y al observador ignorante le parecerá que lo están matando y no salvarlo.
Esta es mi última columna antes de las elecciones. Solo uno de los candidatos representa un camino que no empeorará a México e incluso él, en el mejor de los casos, no está preparado para la Presidencia. Su plataforma no es el tratamiento que necesita nuestro país para liberarse de las enfermedades y la mentalidad de saqueo que lo han plagado desde La Conquista, pero es un dique más para frenar el progreso del cáncer y quizás un escalón más que hará un poco tolerable el eventual tratamiento que necesitamos. La alternativa que, aunque solo tiene una tercera parte de la intención del voto, parece popular solo puede arraigar más nuestras enfermedades.
Si son lectores frecuentes o les da la curiosidad de leer algo de mi historial sabrán que creo en los mercados libres y el capitalismo no solo como mecanismos económicos, sino como ideales de la humanidad y que el progreso social solo es sustentable cuando está respaldado por los valores de la mayoría y no por las necesidades de las minorías. Sin embargo, nada de eso es lo que necesitan los mexicanos.
Somos una nación rica llena de gente pobre, una tierra superdotada de oportunidades celosamente resguardadas por los círculos de poder y una raza mestiza que sigue esclavizada en un sistema de castas. Ninguno de los proyectos políticos que se presentan el domingo en nuestras boletas tienen la ambición de cambiar esto, de curarnos del cáncer. Todos tienen el sincero deseo de mejorar México, pero no tienen la visión y mucho menos el poder – aún llegando a la presidencia y dominando la legislatura – para enfrentar de lleno nuestros mayores problemas. Los únicos que tenemos ese poder somos los ciudadanos, pero ese tema lo discutimos todas las semanas y lo seguiremos discutiendo después de la elección. Lo que urge ahora es prevenir que llegue alguien a la presidencia que obstruya el poder que necesitamos ejercer para el cambio.
México necesita a un gobierno, a un presidente, realmente liberal; capaz de impulsar una economía socialmente progresiva ¡Despierten! El candidato que se disfraza de eso es lo más lejano a serlo en la contienda y en realidad es todo lo contrario. México necesita de nuestro patriotismo y valor todos los días para dar un trabajo honrado y criar generaciones futuras honestas y capaces, pero hay ocasiones, como el domingo, que el deber nacional y ciudadano es ir a votar para defendernos de un riesgo inminente en la presidencia.
Algún día tendremos el deber de acudir en apoyo de un movimiento de cambio, de iniciativas que nos dolerá ejercer, pero que tengan el potencial de generar un bienestar social que nos eleve a todos. Ese día no es el domingo. Nuestro deber el domingo es tomar una decisión responsable y no en ir a apostar por un caballo en su tercer derrota al que ya le vimos lo amañado.