Milenio Jalisco

¿Quién se comerá al PAN?

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

El último año nos hemos pasado es- cuchando a panistas que se suponen ilustres —en realidad son solo los de mejores micrófonos— lamentándo­se de todo lo que Ricardo Anaya y los suyos le han hecho al PAN. Recuerdan con pasión a los fundadores y otros ilustres constructo­res del dogma blanquiazu­l, omitiendo, por supuesto a Fox y otros que en los últimos 18 años han sido el partido en ejercicio del poder.

Es curioso cómo se quejan, y sin darse cuenta ensalzan al joven queretano para achacarle a él haberse apropiado a la mala y echado a perder a ese “gran partido”. Perdón, si Anaya solito en un par de años pudo hacer eso, tal vez ya no era tan grande e ilustre el partido como se lo imaginaban.

El PAN que “se robó” Anaya ya era el de Fox peleado con Calderón desde 2004 y votando por el PRI; el de Calderón desga- nado con Josefina y la mitad de su gabinete trabajando para la campaña de Peña —y ahora para Meade–, desde el día en que Cordero perdió la interna en 2012.

El partido de la legalidad ya era el del desafuero y el del humanismo, es el que nos lanzó a la guerra que regó el país de cadáveres. El de la honestidad y los ciudadanos ya era el de los moches y los arreglos cupulares. Era el de los peces gordos que nunca quisieron encontrar y el que se sometió a los designios de Elba Esther con tal de ganar.

EL PAN que unos dicen añorar hace mucho tiempo que no existía.

Por eso es que Anaya pudo hacer con el blanquiazu­l lo que quiso y ponerlo al servicio de una apuesta llena de aliados incómodos, propuestas alejadas del viejo ideario y poblado de personajes que en su fuero interno detestan la bandera que ahora, dicen, quieren levar a la Presidenci­a.

Insisto: El Chico Maravilla no da para tanto. Simplement­e utilizó los restos de un partido que había cambiado, hace mucho, los principios por el pragmatism­o electoral y la comodidad del gobierno.

Hace unos días un nutrido grupo de gobernador­es panistas publicó un desplegado que en términos reales se entrega al nuevo gobierno y, sin decirlo, dice que no será el de su abanderado. Segurament­e entre ellos se dirimirá quién se queda con las siglas.

Hacen lo que el PAN de los últimos lustros: el que prefiere el arreglo para mantener el privilegio que la defensa de las ideas y la institució­n.

El que tantos dicen añorar hace años que ya no existe.

Tal vez desde que llegaron al poder y no supieron qué hacer con él.

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