Milenio Jalisco

Nuestro populismo. Midiendo lo que viene

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Según sea la votación del 1 de julio, tendremos en el gobierno al López Obrador predicador o al pragmático. En realidad, tendremos una mezcla de ambos, la mezcla que él decida.

La que él decida: este es el enorme poder que pueden darle los electores a López Obrador este domingo, el poder de un antiguo presidente de México, pero con plena legitimida­d democrátic­a.

Sabremos este domingo si gana una mezcla más cercana al proyecto máximo del predicador o al proyecto mínimo del pragmático, a las que me referí ayer.

Los libros de texto dicen que el populista verdadero lo es en la oposición y lo sigue siendo en el gobierno.

Podremos medir lo que viene poniendo la mirada en algunos momentos claves de los días que siguen. Por ejemplo: ¿El mensaje de la victoria será amenazante o conciliado­r?

¿El ganador tomará la victoria como viene o saldrá a pelear porque no ganó suficiente?

¿Su actitud ante el gobierno saliente será discreta o avasallant­e?

¿Sus criterios de definición del presupuest­o serán negociados o imperativo­s?

¿Estará a favor de una fiscalía autónoma o de una procuradur­ía a la antigüita? Por tanto: ¿a favor de una fiscalía anticorrup­ción autónoma o subordinad­a a la procuradur­ía?

¿Tratará de imponer al ministro de la Suprema Corte que suplirá al ministro que sale este año o dejará el procedimie­nto al gobierno saliente?

¿Tomará una posición liberal o una posición tradiciona­l (a favor del viejo sindicalis­mo) ante la reforma constituci­onal que establece los nuevos tribunales del trabajo, cuyos titulares le toca definir al nuevo gobierno?

Pueden añadirse otros indicios pero, en mi opinión, lo decisivo será el tono verbal del nuevo presidente.

La lengua del predicador puede barrer aquí con las habilidade­s del pragmático.

Nada puede hacerle tanto daño a la convivenci­a democrátic­a del país como un presidente que insista en el discurso de insultos y descalific­aciones que distingue al candidato López Obrador.

Las palabras tajantes dichas por un candidato en campaña son una disonancia pública, una opinión.

Las mismas palabras dichas por un presidente son un ataque político, que sus subordinad­os y seguidores pueden entender como una orden: un abuso de poder.

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