Milenio Jalisco

El mundo según la Marimba Nandayapa

Este instrument­o también se usa en las composicio­nes de concierto y en los ritmos de diversas culturas

- Xavier Quirarte/México

En una ocasión, Zeferino Nandayapa (1931-2010), el maestro de la marimba chiapaneca, recordaba su encuentro con el compositor Carlos Chávez, quien tenía curiosidad por la sonoridad de su instrument­o. Don Zeferino le llevó lo que denominó “una marimba muy extensa, así como mi nombre”, para que viera sus posibilida­des, lo que le sirvió al compositor para escribir Tambuco.

Igual de extenso fue el horizonte musical de Nandayapa: formado en la música popular, con el paso del tiempo abrió otras puertas a su instrument­o al ejecutar otros géneros, como la música clásica y el jazz, y llevarlo a las salas de concierto. Sus descendien­tes siguen el ejemplo paterno.

La Marimba Nandayapa se conforma actualment­e por los hermanos Norberto, Óscar y Javier, así como Eduardo Hernández y Sandra Moreno. Desde la muerte de su padre, los hijos decidieron continuar con este proyecto que cumple 62 años y los celebrará en grande.

El quinteto se presentará el sábado 7 de julio a las 16 horas y al día siguiente a las 13:30 en la Plaza de las Artes del Centro de las Artes en el ciclo Música del Mundo.

En entrevista, Javier, el menor de los Nandayapa, dice que entre las piezas que interpreta­rán, algunas son arreglos de su padre, como La danza ritual del fuego, de Manuel de Falla, y Rapsodia húngara núm. 2, de Franz Liszt. ¿Qué otras obras interpreta­rán? La danza del sable, de Aram Khatchatur­iam, en arreglo de mi hermano Norberto. Yo he aportado algunos arreglos, como en la Suite brasileña, de tres piezas de Hermeto Pascoal; dos tangos de Astor Piazzolla, Libertango y La muerte del ángel; un par de piezas del ballet Riverdance, de Bill Whelan, entre otras. También voy a tocar un solo de marimba en Rainbow, del joven compositor australian­o Robert Oetomo. ¿Qué importanci­a tiene mostrar todo este mosaico cultural? Para nosotros resulta vital tener un foro como la Plaza de las Artes para que la gente conozca las posibilida­des de la marimba. Pese a todo el trabajo que se ha hecho, todavía hay gente que la enmarca en la música popular. El instrument­o tiene varias facetas, porque también se puede hacer música de concierto y ritmos de todo el mundo. ¿Y habrá otros instrument­os? Sí, porque además de la marimba mexicana, vamos a contar con la de concierto, vibráfono y glockspiel, un instrument­o de láminas metálicas. También tendremos un alufon, instrument­o reciente, hecho a base de campanas, y un mallet kat, marimba electrónic­a que hace las funciones de bajo eléctrico. El escenario estará lleno de instrument­os de percusión. Háblanos de Trío Zur. Zur es una palabra vasca que significa madera, uno de los elementos principale­s de nuestros instrument­os: la marimba, el acordeón y la percusión de mano. En las percusione­s vamos a escuchar instrument­os de varias partes del mundo, como el cajón peruano, la darbuka del norte de África, el djembe de Medio Oriente y varios accesorios. Es el 15 aniversari­o del trío y tendremos como invitados al pianista y compositor Jesús Martínez y al jaranero y cantante Óscar Millán. ¿Cuál será el repertorio? Vamos a tocar algunas piezas que fusionan la música antigua con la música mexicana. El repertorio también incluye música del mundo con compositor­es de Francia, Brasil, Serbia, Argentina, Irlanda, México y otros países, así como obras que Jesús Martínez compuso para el trío. ¿Cómo ha cambiado la presencia de la marimba de concierto? En los últimos 50 años ha habido un desarrollo notable: la técnica, la ejecución y el repertorio han crecido muchísimo en todo el mundo. Por otro lado, la marimba mexicana, principalm­ente en Chiapas ha tenido un gran auge y hay una nueva generación de jóvenes intérprete­s. Algunos ya se han colocado en concursos internacio­nales, inclusive de marimba solista contemporá­nea. sa fotografía cambió el destino de esos niños, esa fotografía denunció la política inhumana y cruel de Trump en contra de los inmigrante­s, esa fotografía consiguió que el mundo se enterara de un crimen inenarrabl­e. El fotógrafo John Moore captó a la niña hondureña de dos años de edad que llora desesperad­a y desolada ante el gigantismo prepotente de los guardias fronterizo­s. El fotógrafo Moore propició algo que a nivel institucio­nal o interguber­namental era imposible de lograr, la difusión de esa ominosa imagen detonó la suspensión y la investigac­ión de lo que hay detrás de esa criminal política de castigo para los inmigrante­s. La fotografía de Moore dimensiona la importanci­a del trabajo de los fotógrafos y la labor periodísti­ca, la violación a los derechos que sufrieron durante meses esas familias, esos niños, nunca hubiera cambiado sin esa serie de fotografía­s. Moore ha trabajado en la India, Egipto, la frontera de México con Estados Unidos y Sudáfrica, los trabajos que realiza para Getty Images tienen la carga social y humana que hace que los acontecimi­entos trascienda­n la estadístic­a. El fotoperiod­ismo va más allá de la documentac­ión, es una forma de “ver” lo que sucede, de anticipars­e y prever a dónde se va a dirigir algo, estar alerta de en dónde se está gestando esa imagen que va a definir un acontecimi­ento. La capacidad de síntesis del fotoperiod­ismo está en que humaniza a los protagonis­tas, dando materia a la descripció­n escrita. Al leer el reportaje de un desastre o a lo crónica de un evento social, el acompañami­ento de la fotografía culmina con la idea que nos formamos de lo comunicado, sin esa imagen no tendríamos completa nuestra apreciació­n y por eso la guardamos en la memoria. Desde este espacio, y aunque sé que no lo va a leer, le agradezco a John Moore por realizar esas fotografía­s y haberlas publicado en las redes, por ser valiente y no dejarse intimidar por la presencia del poder, por vernos como seres humanos, porque gracias a él y al trabajo periodísti­co de miles de fotógrafos denunciand­o injusticia­s, ellos han provocado cambios como el que acabamos de vivir. En la criminal política que emprendier­on hace meses en contra de la inmigració­n a Estados Unidos, han desapareci­do miles de niños, y es obvio que estas fotografía­s no solucionan esta tragedia, y sin embargo hicieron el cambio. Es lo que sucede con el arte, no cambia al mundo, pero es capaz de impactar y provocar reacciones sociales y humanas. Los fotoperiod­istas muchas veces ponen en riesgo su vida, y aun así continúan con su trabajo, en la mayoría de las ocasiones los lectores no leen el crédito de la autoría de una imagen, pasa en el anonimato, para la mayoría de ellos la recompensa es intima, ver que su trabajo movió los engranajes de la justicia. Recordamos el hecho y la escena y no sabemos quién hizo la fotografía, así es este trabajo, es esta ocasión podemos decir el nombre John Moore, y que sirva para decir el nombre de todos mis compañeros fotoperiod­istas.

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CORTESÍA MARIMBA NANDAYAPA

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