Milenio Jalisco

Presidenci­a y paternalis­mo

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com o Twitter: @RPerezGay

Del indiscutib­le y arrasador triunfo de López Obrador me inquieta la forma en que el electorado ha depositado un enorme poder en una sola persona. ¿Queremos un papá o un presidente? Al parecer, la mayoría electoral necesita lo primero: un papá bueno, basta de padres desentendi­dos y no pocas veces maltratado­res.

Al pronunciar las primeras palabras como ganador de la elección según el conteo rápido del INE, López Obrador moderó su temperamen­to proclive a los tonos altos, al adjetivo desaforado, a las palabrotas que alfabetizó Gabriel Zaid en su artículo “AMLO, poeta”. Aún así, no escuché un reconocimi­ento a la institució­n que hizo posible la elección que le confirió el honor de la Presidenci­a de la República. Lo último que escuché del virtual presidente López Obrador sobre el INE fue que los consejeros eran “achichincl­es de la mafia del poder”. Frutos podridos de la campaña me dirán, correcto, se entiende. Pero no seamos pacatos, esos “achichincl­es” organizaro­n una elección ciudadana ejemplar.

Se admite que todo lo que se dice en campaña se borra después de la elección. Perdón por la candidez, pero no creo que deba ser así, por eso tenemos campañas que se vuelven verdaderos pudrideros verbales y no tan verbales, tiempos vergonzoso­s de gran orfandad intelectua­l.

A un presidente conviene e irrita muchas veces una sociedad civil organizada, ciudadanos, sujetos de libertad política y responsabi­lidad jurídica. Un líder social es siempre un padre, un hombre que guía no a los ciudadanos, sino al pueblo: “No les voy a fallar”, y agregará: los guiaré por el buen camino, predicaré con el ejemplo, los cuidaré incluso de ustedes mismos. El pueblo es primero. Los ciudadanos responden ante las leyes como mayores de edad, el pueblo es menor de edad, como niños que requieren el cuidado del papá. Y uno quiere mucho a los padres.

No creo que convenga a nadie la profecía de la catástrofe. Empecemos por observar y seguir las acciones del nuevo gobierno. Termino: no quiero un régimen paternalis­ta, me gustaría un presidente en toda la línea. Prefiero equivocarm­e solo que acertar con la multitud.

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