Milenio Jalisco

Alí Chumacero y la vitalidad de su poesía

En el centenario del escritor, editor y crítico nayarita publicamos este ensayo que valora el rigor y la alegría plasmada en sus textos

- POR JAIME LABASTIDA FOTOGRAFÍA: ESPECIAL

Me he ocupado, a lo largo de los años, de la poesía de Alí Chumacero, en especial, de su poema mayor, “Responso del peregrino”. Hoy entraré en el examen de otros aspectos de su poesía, igualmente difíciles, acaso por su exceso de claridad. La obra poética de Alí Chumacero es, se ha dicho en no pocas ocasiones, al mismo tiempo breve e intensa. Además, se fraguó en unos cuantos años, de 1944 a 1956, o sea, las fechas en que se publicaron sus tres libros, breves también. En este solo aspecto, su poética guarda semejanza con la obra de otros dos de sus contemporá­neos: José Gorostiza y Juan Rulfo. Pero en ese único punto terminan las semejanzas. Gorostiza es el autor de un poema extenso y complejo, en tanto que la poética de Chumacero se despliega, con excepción de “Responso del peregrino”, en poemas de cortas dimensione­s. Por lo que correspond­e a Rulfo, se podría decir, sin que esto indique ningún juicio de valor, que la poesía de uno y la narrativa del otro se hallan en polos opuestos: la narrativa de Rulfo, a pesar de sus rasgos densos, se desarrolla en el campo, en un páramo, y en una etapa precisa (tras la Revolución mexicana); su lengua es popular, lengua de campesinos a los que cuesta trabajo arrancarle­s unas pocas palabras, mientras que el léxico y la sintaxis de la poética de Chumacero pertenecen al sector más culto de nuestra población.

Dicho lo anterior, intentaré, espero que me sea posible, entrar en el sentido de la poética de Chumacero, una obra cuajada de poemas en apariencia sencillos, pero en verdad complejos y difíciles por su turbadora claridad. Sus dos primeros libros, publicados con una diferencia de apenas dos años, parecen variacione­s sobre un mismo tema. Las palabras que los presiden son rosa, hielo, agua, muerte, amor, silencio, espejo… El título de ambos libros indica la clara tendencia hacia la ruina y la desolación: Páramo de sueños e Imágenes desterrada­s. En ambos, hay una sección que se llama “Amor entre ruinas”. Acudo a un verso de la segunda parte: “su duro incendio congelado”. Es un bello eneasílabo y le da vida a un oxímoron. La lectura se desliza sobre el verso; empero, es necesario detenerse un instante para no dejarse atrapar por su perfección; el oxímoron está inserto en una estrofa en la que el poeta habla de la espuma; ésta sube desde el sueño, se afirma en los labios y nos da un lento sabor a mar que nos deja solos con la noche. Solo en ese contexto, la espuma es duro incendio congelado. Veamos el rasgo de contradicc­ión deliberada: el incendio se transforma en su opuesto, se congela. Por lo tanto, es, a un mismo tiempo, lo más ardiente y lo más frío. Esa espuma es incendio y también hielo. ¿Qué clase de espuma es ésta, de la que aquí habla el poeta? Se trata, desde luego, de una espuma especial. Todas estas imágenes pertenecen a un poema que trata de un acto de amor que se aproxima, acaso, hacia la muerte. Adelanto una interpreta­ción: la espuma de que aquí se habla puede ser el esperma (advirtamos la coincidenc­ia, consciente, de la primera y la tercera sílabas en las dos palabras). El poeta añade: “bajo la sábana que como

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La obra poética de Alí Chumacero se fraguó entre 1944 y 1956

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