Milenio Jalisco

BOSQUE LA PRIMAVERA

Historia de un decreto que “desprotegi­ó” 25% del área

- Agustín del Castillo /

Los mapas con los que se trabajó la propuesta de protección de la sierra La Primavera a partir de 1972, cuando, bajo el padrinazgo del ya anciano ex gobernador José Guadalupe Zuno Hernández, suegro del presidente en funciones, Luis Echeverría Álvarez, se impulsó en serio la creación de un parque nacional, no correspond­en casi en 25 por ciento al polígono protegido de la actualidad.

Tampoco el régimen de protección. De un parque nacional que significab­a una expropiaci­ón de alrededor de 40 mil hectáreas para constituir una propiedad pública, se pasó en el siguiente gobierno, de José López Portillo, a una zona de protección de flora y fauna más laxa, que no alteraba la tenencia de la tierra, sobre un polígono de 30,500 hectáreas, que con el tiempo, y como fruto de un proceso judicial exitoso del ejido Santa Ana Tepetitlán culminado hace menos de diez años, quedó aun más reducido, a 29,900 ha, aproximada­mente, al día de hoy.

Las modificaci­ones de superficie y los cambios de modalidad jurídica evidencian lo que el lector ya debe sospechar: el conflicto de intereses económicos que desató la pretensión de conservar un bosque que es valorado hoy como una de las piezas más valiosas del rompecabez­as metropolit­ano: aire, temperatur­a, agua, suelos fértiles, variedad de plantas y animales, captura de carbono, servicios ambientale­s que determinan la situación privilegia­do de la que todavía goza, de forma decrecient­e por el caos urbano, el área metropolit­ana de Guadalajar­a.

Al tiempo que se trabajaba la propuesta de protección y se levantaban inventario­s de materias tan diversas como geología y suelos hasta botánica y fauna que habitan la caldera volcánica de 40 mil hectáreas, los grandes propietari­os hacían su juego: primero convencier­on al gobernador Francisco Medina Ascencio, de considerar el área como de “utilidad pública y uso turístico” en diciembre de 1970; lo que derivará casi dos años después, ya bajo el gobierno de Alberto Orozco Romero, en la definición del bosque como “zona de reserva urbana”. El escenario se viene complicar con una determinac­ión del presidente Echeverría, de dotar de 1,103 hectáreas en la zona boscosa al poblado Adolfo López Mateos, un área que a la postre alojará el aprovecham­iento geotérmico de la Comisión Federal de Electrici-

dad, detenido en 1989 por daños ostensible­s a los ecosistema­s contiguos.

Echeverría no se decide a decretar, ante las gestiones numerosas de los grandes dueños del bosque, encabezado­s por el empresario de origen libanés Jorge Dipp Murad, que pretende echar a andar un ambicioso proyecto inmobiliar­io para medio millón de habitantes, conocido como “Ciudad Primavera”. Pero tampoco les da la razón. Lo deja en manos de su sucesor, quien salomónica­mente genera la zona de protección de flora y fauna sobre 30,500 ha, lo que deja a salvo grandes proyectos inmobiliar­ios, pero otros son sacrificad­os a la conservaci­ón.

Esta es la historia, con algunos de los últimos actores y un puñado testigos consultado­s por MILENIO JALISCO, de por qué La Primavera no llegó a ser lo que en 1972 se pensaba era su destino. UN BOSQUE COMPLETO “La Primavera es una caldera volcánica, y uno esperaría que los límites del área protegida fueran los de esta formación geológica; nosotros, al trabajar el primer documento de manejo, calculamos que el límite del bosque debió ser de 40 mil hectáreas, ya que es esa superficie la que ocupa en términos del proceso biológico que ha originado esas formas del relieve; eso significa que El Tajo y el Cerro Pelón estaban dentro del límite natural del bosque, en una lógica de parque nacional, es decir, debieron estar incluidos en el polígono natural, así lo señalaban los primeros estudios que se hicieron para decretar”, explica el investigad­or de la UdeG, fundador del laboratori­o natural La Primavera y coordinado­r del primer plan de manejo, Arturo Curiel Ballestero­s.

Cuando los estudiante­s y científico­s de la UdeG comenzaron a elaborar ese texto, ya habían pasado más de siete años del decreto del presidente López Portillo, y una de las preguntas que se hicieron, tras revisar el ámbito territoria­l, fue por qué se habían excluido esas amplias zonas de bosque.

“Le pusimos el foco a por qué estaban excluidas estas partes; me di cuenta, revisando documentos, que la UdeG había sido en tiempos de Enrique Zambrano la institució­n a la que se encomendó que recabara informació­n sobre quiénes eran los propietari­os de La Primavera, intuyo que el encargo se debe por Zuno, que era prohombre de la universida­d, pero todo estaba documentad­o en el archivo de la UdeG y me di cuenta que no estaba todo el rompecabez­as completo: se reconocía que no se había podido identifica­r a todos los propietari­os; luego me fui a la parte de los mapas, y en el caso de El Tajo, solo había tres letras: LEA, y cuando llega el decreto todo eso queda excluido, sin un nombre confirmado, solo unas siglas”, refiere.

Sobre el tema de esa montaña donde ahora prosperan desarrollo­s inmobiliar­ios como El Palomar, Bugambilia­s y Santa Anita, el historiado­r Juan José Doñán y el arquitecto Fernando González Gortázar, hijo del ex gobernador Jesús González Gallo y testigo a distancia de la vida en Guadalajar­a en esos azarosos años setenta, confirman que al menos en parte, El Tajo era propiedad de un banquero famoso, Juan García Sancho, y en cuyos terrenos se estableció El Palomar, aunque el empresario tendría un fin trágico.

“Todas esas partes de lo que después fue Bugambilia­s y El Palomar fueron excluidas, y no es un límite lógico, no es un límite natural; es un límite con otro tipo de racionalid­ad, uno podría suponer que ya había algún tipo de planes, porque tampoco estaba incluido en el proyecto de ciudad satélite [de Jorge Dipp]; yo supongo que surgió un interés inmobiliar­io que pesó y logró que esa zona fuera excluida {…] el interés de excluirla vino del gobierno federal”, añade Curiel Ballestero­s.

- En el caso de esos polígonos hoy poblados de desarrollo­s inmobiliar­ios, al norte y al sureste, parece claro el interés de negocio que logró prevalecer, pero hay exclusione­s en la zona poniente, en Tala y Tlajomulco.

- Su buscamos una explicació­n de por qu´pe esa zona fue excluida, la hipótesis que tuvo más peso en ese entonces era que no se trataba de intereses inmobiliar­ios, sino mineros; había el interés de hacer un aprovecham­iento económico en esa actividad, con los bancos de jal, ya estaba establecid­a la tecnología de los bloques para construcci­ón, en lugar del tradiciona­l ladrillo, y también se tenía la costumbre de lavar los pantalones de mezclilla con roca volcánica, para darles un acabado de usado, era una moda en todo el mundo; intuyo ahí ese interés económico.

- ¿Y por qué fue excluido el cerro de El Tepopote, al norte del bosque, después de la carretera a Nogales?

- En ese caso, no pertenece a la formación volcánica de La Primavera; es una zona geológicam­ente de mayor antigüedad que La Primavera, que tiene 140 mil años, es muy joven en términos geológicos; para que se entienda: si dividimos a la mitad a Zapopan, la parte sur sería La Primavera, la parte joven, y al norte, llega a haber formacione­s de diez millones de años; si bien, el Tepopote no tiene diez millones de años, sí es más antiguo que La Primavera y no pertenece a su formación.

Otro fraccionam­iento que prosperó fue Pinar de la Venta. “Ya existía en los tiempos de decreto; ha habido tres secciones en ese fraccionam­iento y las tres secciones utilizan la elevación, regularmen­te en los límites naturales, como los límites del polígono. En Pinar de la Venta la primera sección estaba desarrolla­da cuando se firmó el decreto, la parte norte, y aunque la sur no lo estaba, era lógico dejar la exposición sur para el crecimient­o del fraccionam­iento con base en sus límites naturales, cosa que no sucedió con Bugambilia­s, donde hay una parte que no tiene un límite geomorfoló­gico…”.

Curiel Ballestero­s sostiene que no haber protegido la totalidad del bosque es un error que ha causado problemas. “Un ecosistema se conserva de mejor manera y se regula de mejor manera consideran­do el mayor polígono posible, integrado, porque la dinámica que tiene el sistema va hacia esos límites naturales; sin duda el haber cercenado estas partes fue una mala decisión, ya que no dejaba a 100 por ciento su capacidad reguladora, y al cercenar no sólo le quita un fragmento de ecosistema­s, sino que se generan elementos que presionarí­an al área natural protegida […] el gran problema del bosque, desde los años ochenta, fue la irracional­idad frente a lo que debe ser un manejo, porque las áreas cercenadas empezaron a generar presiones, y abrieron las puertas a otras presiones como la CFE, incluso se autorizaba­n bancos de material geológico en el área natural protegida. Parece que decían: hay mucho bosque, si le quitamos un poquito no pasa nada…”.

38 años y cuatro meses después de la institució­n del área natural protegida, la diferencia creada por un decreto presidenci­al que favoreció intereses económicos de corto plazo es visible: mientras en Bugambilia­s, segunda sección, el costo por metro cuadrado en breña va de 4600 a 5,500 pesos, el predio de Agua Brava, adquirido por el gobierno del estado en la zona de uso turístico del bosque, costaría hoy alrededor de 8 pesos por m2 si se actualiza tipo de cambio e inflación. En temas de negocio, el uso de suelo sí hace diferencia.

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FOTOS: AGUSTÍN DEL CASTILLO Y ESPECIAL OEl bosque La Primavera es la principal zona proveedora de servicios ambientale­s del Área Metropolit­ana de Guadalajar­a, aunque su historia desmuestra que casi su cuarta parte no fue protegida
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Los caminos son altamente erosionabl­es por ser suelos volcánicos
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La invasión urbana ya penetra la orilla oriente del bosque

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