La falla de la alerta sísmica
En el libro que un servidor compiló, prologó y coescribió, Septiembre
letal (Editorial MILENIO, 2017), se hace referencia a una expresión italiana que tiene que ver con ese veredicto que la sociedad suele hallar cuando afronta tiempos calamitosos. “Piove, governo
ladro!” (¡llueve, gobierno ladrón”), reza la frase que culpa a la autoridad de todo mal, sea provocado por fuerzas naturales o por un error humano.
La recuperación de tal tradición tuvo que ver con la combinación de dos ingredientes que generaron un coctel molotov perfecto: la inestable superficie terrestre mexicana, generadora de insospechados niveles de energía, y la perenne corrupción humana, que arroja múltiples irregularidades puestas al descubierto en medio de las ruinas de las varillas retorcidas y el concreto derrumbado.
Los sismos del septiembre letal de 2017 no fueron distintos en cuanto a exhibir estas dos caras de la tragedia: una potente liberación de energía, con magnitudes arriba de 8 en cada uno de los sismos, y la trampa de la colusión de inmobiliarias, constructoras y autoridades al desnudo, resumidas en la caída de múltiples edificios y la muerte de cientos de personas, no obstante poseer Ciudad de México uno de los reglamentos más completos en la materia.
Apenas 10 meses después de aquellos aciagos días, un temblor de magnitud 5.9 balconea de nuevo omisiones y negligencia de las áreas del gobierno capitalino a cargo de las alertas sísmicas, que tienen que ser, por obvias razones, una prioridad de mantenimiento y objetos salvavidas sujetos a monitoreo constante, así sea diario, para asegurar su óptimo funcionamiento. ¿Cómo puede ser que una de cada 10 bocinas fallara? ¡Cuando aún no se cumple un año del septiembre letal!
En esos 10 meses se ha deteriorado la infraestructura preventiva mientras que el tema sismo ha sido plato favorito para el lucro político. Mientras algunas bocinas dejaban de funcionar, los opositores de Claudia Sheinbaum le echaban en cara el derrumbe del colegio Rébsamen, Miguel Ángel Mancera medía sus tiempos políticos y tres perredistas hacían enjuagues con dineros destinados a damnificados, al tiempo que estallaba el escándalo del fideicomiso de Morena y la multa millonaria del INE. Inconcebible.