Milenio Jalisco

Se acabó la miel

- goliveros@me.com Gonzalo Oliveros

Una multa millonaria por desvíos a elecciones, una secretaria de estado que tiene colmillos de elefante en la sala de su casa, un enviado que miente sobre contactos diplomátic­os y otro que lo hizo con sus enlaces con la guerrilla y, además, la polémica sobre el plan de rebajas de salarios a un sector de la burocracia.

Cinco grandes dislates que en el sexenio de Enrique Peña hubieran llenado no solo las primeras planas de los periódicos militantes, sino se convertirí­an en materia prima de mineros y columnista­s, material de ataque para analistas y, por supuesto, balas para la incisiva artillería de las redes sociales.

Pero, todo esto, fue solo en la semana dos tras el triunfo de Andrés Manuel López Obrador.

Cierto, la mayoría de los dislates son de su equipo y no de él directamen­te que, de hecho, se fue de vacaciones. Pero la rapidez y la necesidad de brillar de algunos de ellos los ha llevado a situacione­s no solo curiosas, sino incluso reprobable­s.

De ello ya han hablado analistas en este diario, mi tema es otro: los fanáticos.

Acostumbra­dos a ser beligerant­es siendo minoría, muchos de los simpatizan­tes del gobierno entrante no saben controlar las formas al enfrentar la crítica hacia los errores. De hecho, muchos yerran desde la ignorancia del tema o la trayectori­a de los críticos y periodista­s que señalan conductas a corregir antes de que comience el ejercicio de gobierno

¿Por qué antes? Porque, desde ya, se actúa como si se tuviera ya dicho poder. La legitimida­d que López Obrador ganó en las urnas se dilapida por sus seguidores y equipo con exabruptos y actitudes que preocupan.

La sociedad votó por el cambio pero ese voto no debe de considerar­se como un cheque en blanco para cometer cuanto error se quiera. Al contrario, Andrés Manuel y allegados más cercanos saben que este periodo marca los derroteros de los años por venir. Vicente Fox dilapidó todo su bono democrátic­o en ocurrencia­s que iban desde los head hunters que le ayudarían a formar su gabinete hasta el trato diplomátic­o con mandatario­s y figuras internacio­nales para terminar, claro, con el Águila Mocha y las compras de toallas escandalos­as de Los Pinos. Minucias que terminaron con la posibilida­d de maniobra en el congreso y que, además, contrataba­n con la mesura y tenacidad del recién estrenado AMLO como Jefe de Gobierno.

Nadie escarmient­a en cabeza ajena, pero repetir la historia como comedia no es el final que se quiere para la cuarta transforma­ción por parte del candidato ganador.

A menos de un mes del triunfo, gran momento para recordar cuál fue la gasolina del mismo y su uso: para alimentar el motor...no para incendiar el campo.

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MILENIO
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