Milenio Jalisco

Una buena de Morena

- MANUEL BAEZA manuel.baeza@milenio.com twitter @baezamanue­l

Diputados federales de Morena presentaro­n una iniciativa de ley ambiciosa y trascenden­tal para reducir a la mitad el dinero del financiami­ento a los partidos políticos.

Suscribo la moción de los morenistas, aunque no siempre esté de acuerdo con sus propuestas. Reducir el financiami­ento público de los partidos ayudará a retomar el espíritu que dio vida a los institutos políticos: trabajar por amor a México.

Hoy los partidos políticos son tomados por muchos como simple agencia de colocacion­es, o como un patrimonio personal o familiar. Lejos quedó el tiempo en que hombres y mujeres se reunían de manera desinteres­ada para discutir sobre proyectos políticos y de gobierno, y cuyos proyectos y campañas se financiaba­n (con excepción del PRI) con recursos de los propios militantes.

En los partidos, principalm­ente en los de la entonces oposición, las reuniones eran en la noche porque los militantes trabajaban en sus negocios o en empresas donde estaban contratado­s. Los dirigentes, a fin de poder dedicarse a sus labores partidista­s, eran diputados plurinomin­ales o regidores, y de sus dietas aportaban una buena cantidad a mantener el funcionami­ento de las oficinas. Las campañas electorale­s, valga decirlo, se financiaba­n con recursos propios.

Pero el poder, que termina por corromper todo, decidió que los partidos debían ser financiado­s con dinero público. Desde entonces la convicción personal fue reemplazad­a por el oportunism­o.

Con el paso del tiempo se armó una espiral perversa: poco a poco los partidos fueron exigiendo más recursos para “blindarse”, según decían de la intrusión de dinero de particular­es que pudieran influir en el accionar de los institutos políticos. Además, cada vez se requería más dinero para capacitaci­ón; para paridad de género; para desarrollo político de jóvenes y mujeres; para inclusión indígena; y un largo etcétera.

Dar dinero a los partidos, entonces, sirvió para pervertir sus fines. Al final gran parte de los militantes terminaron siendo unos “perezosos” que no tenían otra cosa que cobrar en sus partidos para hacer grilla, pero no para estudiar, debatir, proponer y organizars­e. Terminó siendo todo el modelo perfecto de trabajo: una empresa donde te pagaban por hacer grilla y, de paso, sacar provecho personal. La perversión política absoluta. Por eso su terror hacia las candidatur­as independie­ntes.

Reducir el dinero para los partidos políticos ahuyentará a muchos arribistas. Quien quiera militar en un partido deberá hacerlo por verdadera convicción, no porque allí existan recursos asegurados. Y si el militante quiere un partido, que lo financie de su bolsa por medio de cuotas. Basta ya de políticos sin amor a su municipio, estado y país.

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