Una buena de Morena
Diputados federales de Morena presentaron una iniciativa de ley ambiciosa y trascendental para reducir a la mitad el dinero del financiamiento a los partidos políticos.
Suscribo la moción de los morenistas, aunque no siempre esté de acuerdo con sus propuestas. Reducir el financiamiento público de los partidos ayudará a retomar el espíritu que dio vida a los institutos políticos: trabajar por amor a México.
Hoy los partidos políticos son tomados por muchos como simple agencia de colocaciones, o como un patrimonio personal o familiar. Lejos quedó el tiempo en que hombres y mujeres se reunían de manera desinteresada para discutir sobre proyectos políticos y de gobierno, y cuyos proyectos y campañas se financiaban (con excepción del PRI) con recursos de los propios militantes.
En los partidos, principalmente en los de la entonces oposición, las reuniones eran en la noche porque los militantes trabajaban en sus negocios o en empresas donde estaban contratados. Los dirigentes, a fin de poder dedicarse a sus labores partidistas, eran diputados plurinominales o regidores, y de sus dietas aportaban una buena cantidad a mantener el funcionamiento de las oficinas. Las campañas electorales, valga decirlo, se financiaban con recursos propios.
Pero el poder, que termina por corromper todo, decidió que los partidos debían ser financiados con dinero público. Desde entonces la convicción personal fue reemplazada por el oportunismo.
Con el paso del tiempo se armó una espiral perversa: poco a poco los partidos fueron exigiendo más recursos para “blindarse”, según decían de la intrusión de dinero de particulares que pudieran influir en el accionar de los institutos políticos. Además, cada vez se requería más dinero para capacitación; para paridad de género; para desarrollo político de jóvenes y mujeres; para inclusión indígena; y un largo etcétera.
Dar dinero a los partidos, entonces, sirvió para pervertir sus fines. Al final gran parte de los militantes terminaron siendo unos “perezosos” que no tenían otra cosa que cobrar en sus partidos para hacer grilla, pero no para estudiar, debatir, proponer y organizarse. Terminó siendo todo el modelo perfecto de trabajo: una empresa donde te pagaban por hacer grilla y, de paso, sacar provecho personal. La perversión política absoluta. Por eso su terror hacia las candidaturas independientes.
Reducir el dinero para los partidos políticos ahuyentará a muchos arribistas. Quien quiera militar en un partido deberá hacerlo por verdadera convicción, no porque allí existan recursos asegurados. Y si el militante quiere un partido, que lo financie de su bolsa por medio de cuotas. Basta ya de políticos sin amor a su municipio, estado y país.