De las bandas comunitarias a concierto en Bellas Artes
urante el florecimiento del Islam en la Meca y poco después con los califatos en el Medio Oriente y el norte de África, los cafés fueron el punto neurálgico de los encuentros intelectuales, teológicos y científicos. Tal fue el éxito de esas reuniones que llegaron a registrarse peligrosos tumultos dentro y fuera de estos estanquillos, por lo cual, las autoridades se vieron en la necesidad de prohibirlos. Sin embargo, muchos ideólogos de la época insistieron en que la decisión fue más bien para evitar el debate de ideas y qué estas pudieran conducir a críticas al sistema.
Posteriormente, en el Enciclopedismo francés, los pensadores divulgaban los resultados de L’Encyclopédie o Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers en las cafeterías de París. Los debates sobre la compilación de la ilustración europea y su comparativo con los avances árabes y asiáticos derivaron en el caldo de cultivo perfecto para dar inicio a la Revolución Francesa y el desencadenamiento de otras revoluciones e independencias por el mundo.
A su vez, la Royal Society decidió cambiar su sede a algunos cafés británicos, pues antes sólo sesionaban en la Gran Logia de Londres. El motivo: las inmensas aglomeraciones que impedían el correcto desarrollo de las conferencias científicas y a su vez los trabajos particulares de la institución que los acogía. Estas tertulias cafeteras fueron también cuna de acalorados debates y discusiones sobre ideas y tesis cuyos corolarios han sido la base de la modernidad en la que hoy vivimos.
A lo largo y ancho del orbe y durante muchas etapas históricas, las cafeterías han sido uno de los constantes ejes del nacimiento de ideas que han revolucionado los sistemas y las creencias establecidas. No obstante, nada de esto ha sido fortuito, pues cada uno de estos arrancadores sociales atravesó un sinuoso camino de debates, discusiones y críticas que depuraron y afilaron sus cimientos filosóficos.
Hoy en día, varios grupos de tertulianos que se reúnen en nuestro café y también uno que otro lobo solitario que es constante en la degustación del aromático y en externar con agudeza sus ilustres pensamientos, comentan y critican con argumentos inteligentes, el entorno de nuestro país en cuanto a política, cultura, ciencia, entre otros temas.
Algunos de los participantes a las tertulias tenemos la oportunidad de divulgar, por diversos medios, nuestras propias conclusiones de esos debates. Sin embargo, de un par de meses para acá, nos hemos topado con que cualquiera que contravenga con ideas o critique el inmenso tsunami del trending topic que marcan las redes sociales ese día, es defenestrado, censurado y hasta insultado por una horda de inquisidores trogloditas que intentan acallar cualquier pensamiento fuera de su acortada visión. Es necesario, entonces, cuidar que no regresemos a la barbarie, donde la opinión de la fuente ovejuna era una verdad absoluta por sobre el raciocinio de los que confrontan las ideas.
Cuatro jóvenes comparten su experiencia en la agrupación, que se presentará en tres recintos de CdMx y Morelos los próximos días
Provenientes de distintos puntos del país, son niños y adolescentes que iniciaron su experiencia musical en orquestas comunitarias del Sistema Nacional de Fomento Musical (SNFM). En premio a su constancia, el domingo tocarán con la Orquesta Sinfónica Infantil de México (OSIM) en el Palacio de Bellas Artes.
Su experiencia recuerda aquel viejo chiste del joven músico que en una calle de Nueva York le pregunta a un señor: “¿Cómo llego al Carnegie Hall?” Sin pensarlo mucho, el hombre responde: “Practica”. Horas de práctica y entrega han recompensado a estos jóvenes músicos al integrarlos a la OSIM para enfrentar un repertorio que va de Rossini a Ginastera, pasando por Moncayo, Revueltas, Chaikovski y otros autores.
En Querétaro, 123 instrumentistas menores de 17 años han realizado ensayos, prácticas colectivas y actividades lúdicas desde el 21 de julio, como preparación para la vigesimoséptima gira de la OSIM, que incluye tres conciertos. El primero se celebrará mañana a las 17 horas en el Teatro Ocampo, de Cuernavaca; el segundo, en Bellas Artes al día siguiente y a la misma hora, y el último el lunes en la Biblioteca Vasconcelos de Ciudad de México a las 18 horas. Tubista de 14 años, David Isaac Vielma es parte de una banda comunitaria en su natal Ciudad Juárez. Hace un año ingresó a la OSIM, lo que considera un privilegio. Dice que su vida se ha transformado, “me ha dado la oportunidad de estar en Bellas Artes. Uno va a disfrutando diferentes experiencias al tocar en varios lugares”.
Para Vielma, la tuba “es la base de una banda, el apoyo para mantener el tiempo, porque si éste se pierde, también el grupo”. El músico, que ha aprendido a no extraviarlo, elige Janitzio, de Silvestre Revueltas, como su pieza favorita del programa que van a interpretar: “Es confusa, pero está padre. En algunas partes los metales nos tenemos que lucir”.
Arpista de 17 años nacido en Ciudad de México, Jacqueline Aguirre estudió en una Escuela de Iniciación Artística y luego en la Arte y Movimiento del Centro Cultural Ollin Yoliztli. Con experiencia en el folclor, hace dos años comenzó su experiencia con la música académica.
La arpista refiere que “estas formas de hacer música no están peleadas. Para el arpa clásica es indispensable leer partituras, llevar cierto nivel de solfeo y otras cosas, mientras que en el folclor aprendimos a tener un oído más despierto y una mente ágil. Combinar estos dos mundos me ha servido mucho”.
El arpa estará presente en Danzón no. 2, de Arturo Márquez, y Tierra de temporal, de José Pablo Moncayo, en las que se usaron recursos de música folclórica y tradicional; dice Jacqueline: “Se siente muy bien que se ocupen para obras de orquesta”.
Violonchelista tamaulipeco de una orquesta comunitaria en su estado natal desde 2014, Sebastián Alonso dice que una de sus satisfacciones es tocar en su tierra ante públicos no muy relacionados con la música de concierto: “La respuesta de la gente es muy positiva. A pesar de que es muy raro que haya este tipo de conciertos, le gustan mucho”.
El chelista considera que es importante fomentar la cultura en general. “Lo que el país necesita es que los jóvenes se acerquen a la cultura, pero que no vean esto como una actividad pasajera o una pérdida de tiempo, sino como algo importante en sus vidas”.
Alejandra Guadalupe Ramírez Ávila, violinista guanajuatense de 16 años, es parte de la Orquesta Comunitaria Imagina del Sistema Bajío, que toca música tradicional. Le maravilla que en los conciertos niños y jóvenes se acerquen a ellos y les pregunten cómo hacen para tocar: “Ojalá que ellos también se atrevan a tomar un instrumento, porque eso puede ayudar a la comunidad a terminar con la violencia, gracias al respeto y la convivencia que se logra en las orquestas. La música cambia mucho los valores humanos”.
“Los jóvenes no deben verlo como actividad pasajera, sino como algo importante en sus vidas”