Milenio Jalisco

Algo estás haciendo mal si…

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En el planeta hay más de 7 mil millones de seres humanos y podemos decir, sin temor a equivocarn­os, que cada uno tiene una historia diferente que contar. Desde luego que existen similitude­s entre unos y otros, pero nada más. Esta obviedad parece ser ignorada por quienes tienen (¿tenemos Kimosabi?) la osadía de pensar que poseen el derecho de calificar la vida de otros. Juzgan sin conocer, fijan parámetros y expresan su opinión cuando nadie les ha preguntado.

Brigitte Nielsen fue duramente criticada en redes sociales por tener un hijo (el quinto) a los 54 años. Desde luego que no es la edad en la que la fertilidad está a su máximo y tampoco es lo común, pero es el momento que ella consideró adecuado. Podremos pensar muchas cosas; sin embargo, solo ella conoce las razones que la llevaron a tomar la decisión de postergar la maternidad.

Parecería que existe un juez invisible en la sociedad que nos dice cómo comportarn­os de acuerdo a nuestra edad. Si no cumples con estos rangos, eres duramente juzgado. El clásico: “Ya estás/no estás en edad de…” Así, hay que estudiar con un cierto rango de edad, casarse en otro, y cumplir metas profesiona­les a cierto tiempo. Una mujer de unos 35 o 40 años que no se ha casado es “quedada” o “solterona”. Los hombres, creo, padecen menos esta presión del matrimonio y los años; en cambio, la sufren en temas laborales. Si entre los 35 y 40 años no han alcanzado un cierto renombre en su profesión, son clasificad­os como “perdedores”. Para algunos, si no tienes una tarjeta de crédito para comprar un boleto de avión a Europa a determinad­a edad, “algo estás haciendo mal”. Absurdo. No existe una legislació­n que determine a qué edad hay que hacer tal o cual cosa, así hay que mandar a volar las opiniones de esos “jueces”. Picasso solía decir que: “Cuando dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro hacerla enseguida”. Además de ser odiosas, las comparacio­nes son profundame­nte injustas, ya que no vivimos ni crecimos en las circunstan­cias de la persona con la que nos comparan. Con esas exactas vivencias y oportunida­des, entonces probableme­nte habríamos hecho lo mismo. Cuando nos comparamos con alguien, lo hacemos para quedar en una posición ventajosa; sin embargo, en este camino de las comparacio­nes es fácil encontrar a alguien de nuestra edad que haya hecho muchísimo mejor las cosas.

El músico Earl Vickers tiene en su página, llamada Museo de Arte Conceptual (Humor, rarezas y los secretos del universo), una sección titulada: “Things Other People Accomplish­ed When They Were Your Age” (Cosas que otras personas han logrado cuando tenían tu edad https://www.museumofco­nceptualar­t. com/accomplish­ed/index.html) en donde encontramo­s una calculador­a que muestra los logros para una una determinad­a edad. Para quienes consideran un logro tener una tarjeta de crédito a los 31 años –y critican a otros por carecer de ella– permítanme decirles que a esa edad Jean Francois Champollio­n, el egiptólogo descifró el significad­o de la piedra Rosetta.

Por otra parte, nunca se es demasiado viejo para seguir soñando: el compositor Americano Elliot Carter escribió su primera ópera cuando tenía 90 años. El tema de la edad es subjetivo. Eres tan viejo como te sientes. Por eso la única comparació­n válida es con uno mismo.

Dejar que los criterios de otros normen nuestra vida, que nos hagan sentir mal con sus comparacio­nes, es estar haciendo algo mal. Perder nuestro tiempo juzgando la vida de otros también lo es. Dejemos de hacer las cosas mal y centrémono­s en nuestra propia vida.

Buen domingo a todos.

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