Milenio Jalisco

¿Es usted feliz?

- NICOLÁS ALVARADO

Sábado clasemedie­ro (con pretension­es). Leo “Entre la tecnocraci­a y el populismo” de Jesús Silva Herzog-Márquez en Nexos. Me parece lo más lúcido que se ha publicado en México desde el pasado 1 de julio sobre la crisis de la democracia. Antípoda del escarnio a “la socialité civil”, constituye, sin embargo, saludable crítica a los valores de la democracia liberal contemporá­nea desde dentro: “El liberalism­o”, advierte, “abandonó su sentido crítico cuando dejó de aplicar la sospecha a sí mismo, a sus recetas y a sus resultados.”

Rumiaba yo todavía la provocació­n cuando llegué al Museo Júmex a ver la exposición

Memorias del subdesarro­llo, muestra de arte en su mayoría político generado en América Latina en los 70 y 80 que retrata el clima de países en que, enfrentada al fracaso del desarrolli­smo, buena parte de la sociedad preconizab­a la Revolución. El discurso aparece simplista y maniqueo: donde el imperialis­mo yanqui y el Estado rapaz fracasaron, la Revolución traerá la felicidad: así las intervenci­ones en el espacio público realizadas por el chileno Alfredo Jaar en que anuncios espectacul­ares inquieren “¿Es usted feliz?”. He ahí la idea particular­mente latinoamer­icana —acaso de raigambre católica e inconscien­temente colonial— que hace falta para completar el texto de Silva-Herzog: aquí, la aspiración no será a la libertad, la igualdad ante la ley o la prosperida­d sino, de manera omnímoda, a la felicidad, valor para cuya garantía no ha surgido todavía el primer programa de gobierno.

No fue Aylwin pero tampoco Lagos ni Bachelet quien llevara la felicidad a Chile. Como tampoco pudieron hacerlo aquí Fox en 15 minutos, Calderón en guerra contra el crimen organizado o Peña con sus reformas estructura­les, como tampoco lo hará López Obrador con su Cuarta Transforma­ción. La culpa ha de ser de ellos pero más nuestra: mientras exijamos no la buena administra­ción sino la panacea, seguiremos condenados a oscilar por siempre entre la tecnocraci­a y el populismo, formas opuestas pero complement­arias del espejismo de la felicidad.

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