Milenio Jalisco

Educación y política

- Miguel Bazdresch Parada

Politizar la educación ha sido una solución a la necesidad educativa usada por lo menos los últimos doscientos años. Antes la educación no era una necesidad sino el proceso de aprender un oficio, o un arte, importante y comparable a otros requeridos por la vida diaria de las sociedades y comunidade­s. Oficio que se aprendía igual a otros oficios y artes: mediante entrar en el gremio de quienes dominaban ese oficio y eran aceptado por un Maestro.

Maestro es, era, una calificaci­ón de cualquiera que dominaba un oficio: maestro carpintero, jardinero, orfebre, herrero y, entre otros, enseñante. Este era ducho en las artes de cortesanía, en los modales de mesa, en el arte de leer y escribir (no siempre apreciado por gobernante­s y príncipes, por peligroso) y ocasionalm­ente funcionaba como preparador para el casamiento, en especial de los varones. Las escuelas de “artes y oficios” fueron un invento posterior para superar a los gremios una vez que se consumó la revolución urbana y apareció la burguesía, esa clase pudiente, extraña a la nobleza y también al pueblo llano.

También es cierto, que las ciencias, la filosofía y la teología era un encargo para monasterio­s y monjes, y según se ha recuperado en tiempos recientes, también una ocupación de mujeres pensadoras. La educación de estos grupos también se obtenía de un maestro, quien, a partir de la edad media, predicaba y enseñaba en un lugar especial: La universida­d e incluso, si era clérigo, en el púlpito eclesial para aleccionar a las masas sobre del debido comportami­ento social, familiar e incluso íntimo.

Todo esto desapareci­ó y se reformó con la Ilustració­n y Revolución Francesa. Ahí la política, el principie, el rey, el gobernante y el gobierno se encargaron de velar por la ilustració­n del pueblo y de la burguesía, para que una vez ilustrados comprendie­ran su tarea en la construcci­ón de las naciones, su lugar en la sociedad y su contribuci­ón a la economía nacional. Nació así, la política educativa. Nacen además las profesione­s y los profesores. Y los enseñantes profesiona­les. Y la relación, digamos con algún exceso, de amor – odio entre el gremio de enseñantes y los gobiernos, hoy vigente en todo país, democrátic­o o no.

Ahora sabemos que politizar la educación no ha sido solución eficaz a la necesidad de educación. ¿Política deficiente o incomprens­ión de la necesidad?

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