UNO HASTA EL FONDO
Desde hoy busque a Gil Gamés en la plana “Al cierre”
Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil leyó en su periódico MILENIO que, al final de los finales, “el pueblo sabio” decidirá en una consulta cuál de los dos proyectos de aeropuerto, Texcoco o Santa Lucía, será el bueno. Gamés no le entendió muy bien a Jiménez Espriú: que un aeropuerto sí sirve, pero no mucho, que el otro tampoco, pero no tanto. Por cierto, cancelar las obras costaría 100 mil millones de pesos a las finanzas del país; al mismo tiempo se dieron a conocer 272 estudios morenos, contra el aeropuerto de Texcoco; un grupo de chilenos, del cual no se sabe bien a bien nada, ayudó a la realización del dictamen que leyó Jiménez Espriú. O sabe Dios a qué ayudaron, pero de que ayudaron, ayudaron. El Presidente electo ha dicho que incluso se podría otorgar una concesión a empresarios para que se finalice el aeropuerto de Texcoco, en el caso de que resulte favorecido en la consulta. Un lío de los grandes.
Dijo el Presidente electo: “El pueblo de México lo acaba de demostrar, es un pueblo avispado, sabio, no es tonto. Tonto es el que cree que el pueblo es tonto”. Además habrá foros en los que se debatirá dónde quedará el aeropuerto. Gilga sabe que viene una forización de la vida nacional. Ahora mal sin bien todo esto importa un pepino porque el aeropuerto queda donde diga el pueblo después de la consulta. “Es un tema complicado, difícil, por eso tenemos que resolverlo entre todos”, dijo el Presidente electo.
Más opciones
Gamés quiere enriquecer el debate y propone desde esta página del fondo lo siguiente: primero, dejamos como está el aeropuerto Benito Juárez, que por cierto está muy bonito con sus dos terminales; segundo, se construye en Texcoco el aeropuerto grandote; tercero, se construye otro en Santa Lucía, por lo que se ofrezca; cuarto, se hace una consulta para decidir dónde se construirá el nuevo aeropuerto. ¿Cómo ven la lógica aristotélica de Gilga? Entiéndanlo: es necesario crear uno, dos, tres, muchos Vietnam, perdón aeropuertos, Gil tiene la cabeza bomba con tantas opciones que solo es una: la consulta. Si Gamés ha entendido algo, cosa improbable, la primera conclusión después de devanarnos los sesos es esta: se requiere un nuevo estudio que costará 200 millones de pesos y cuyos resultados se conocerán después de la consulta... ¿Estamos locos?
Ahora mal sin bien: según la nota de Jannet López Ponce y Pilar Juárez publicada en su periódico MILENIO, la corporación Mitre y su centro para el Desarrollo de Sistemas Avanzados de Aviación, afirman que las dos pistas que propone el equipo del presidente electo
Liópez tiene serios riesgos de tráfico aéreo, para empezar la seguridad de los vuelos.
Los 8 mil profesionales en ingeniería y matemáticas con origen en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (el mítico MIT mi-mi) exageran. La verdad de las casas (muletilla nueva pagada por el no tan olvidable Grupo Higa), despegar y aterrizar en el aeropuerto de Santa Lucía puede ser un gran deporte, extremo ciertamente, pero deporte. Que los aviones se acerquen hasta rozar sus alas sería una gran experiencia. Según estos exagerados, entre Santa Lucía y el AICM hay una inaceptable área de interferencia en San Mateo, punto donde los pilotos inician la aproximación del descenso. Para que esta propuesta sea viable, dicen estos ingenieros y estos matemáticos de la corporación Mitre, se necesitarían más de 10 años de estudios. ¡Eureka! Gil tiene la solución: esperamos 10 años y luego hacemos la consulta, ya en la parte alta del sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum. Aigoeei. Pueblo Más del pueblo en palabras de Umberto Eco en “Sobre el populismo mediático” dentro de su libro A paso de cangrejo (Debate, 2007): “Apelar al pueblo significa construir una ficción: teniendo en cuenta que el pueblo como tal no existe, el populista es aquel que se crea una imagen virtual de la voluntad popular. Mussolini lo hacía reuniendo a 100 o 200 mil personas en la Piazza Venezia que lo aclamaban y que, en su condición de actores, desempeñaban el papel de pueblo (…) De este modo, el populista interpreta sus proyectos con la voluntad del pueblo y luego, si tiene éxito (y muchas veces tiene éxito), transforma en ese pueblo que ha inventado a una buena parte de los ciudadanos, fascinados por una imagen virtual con la que acaba identificándose (…) Estos son los riesgos del populismo, que hemos reconocido y temido cuando se manifestaba en otros países, pero que curiosamente no reconocemos bien cuando comienza a imponerse en nuestra casa”.