Milenio Jalisco

Un tribunal sin autoridad

Es evidente que la mayoría de la Sala Superior del TEPJF resuelve en función del poder, antes el PRI, ahora Morena; antes Enrique Peña Nieto, ahora Andrés Manuel López Obrador

- FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com o Twitter: @berrueto

La embestida de AMLO y su partido contra el INE representa un preocupant­e precedente

Malo para la justicia que el juez resuelva para complacer a la tribuna; peor, todavía, que la justicia se defina en función del poder. Esto es lo que sucede con el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. La exoneració­n del Movimiento de Reconstruc­ción Nacional por el mal uso y financiami­ento irregular del fideicomis­o que operó con motivo de los sismos tiene carácter definitivo. Quizá los razonamien­tos de quien impugnó la multa del INE tengan razón legal, la cuestión es que quien decide perdió autoridad desde hace tiempo. Muy mal que AMLO en su condición de candidato ganador hubiera salido a denostar al INE. Si esta resolución se hubiera presentado sin su presión, quizá habría tenido otra valoración. Es evidente que la mayoría de la Sala Superior resuelve en función del poder, antes el PRI, ahora Morena; antes Peña Nieto, ahora López Obrador.

En efecto, el tribunal perdió autoridad con dos fallos totalmente fuera de razón legal. Los dos revirtiero­n decisiones del INE, los dos favorecier­on al poder. El primero, y a todas luces un nefasto precedente para la justicia y para la probidad electoral, fue no haber actuado en consecuenc­ia al sentido del INE respecto a las elecciones de gobernador en el estado de Coahuila. El gobernador, Rubén Moreira, ahora flamante diputado electo y fugaz ex secretario general del CEN del PRI, con uso de la fuerza pública, se apoderó de casi una tercera parte de los paquetes electorale­s. Los resultados del PREP, por primera vez en la historia moderna, no llegaron ni a 80 por ciento en una elección sumamente cerrada. En vísperas de la elección presidenci­al y con todo el apoyo del PRI y del gobierno echaron su resto frente a la ilusoria posibilida­d de triunfo en la elección del 1 de julio del año siguiente. Doblaron a la mayoría de la Sala Superior y con ello se revirtió la determinac­ión del INE que habría llevado a la anulación de la elección.

Meses después habría de echar abajo la determinac­ión del INE sobre el cumplimien­to fraudulent­o del candidato Jaime Rodríguez de los adherentes a su candidatur­a presidenci­al. Nuevamente, el PRI y el gobierno actuaron para presionar bajo la fantasía de que habría un resultado cerrado y el candidato independie­nte habría de representa­r la diferencia para ganar la elección del 1 de julio. Al igual que el caso de la elección de Coahuila, el fallo solo se justifica por el sometimien­to a la presión del poder.

Salvar cara es propio de la injusticia que simula justicia. La resolución un tanto inocua en la que condena la actuación de la PGR en la investigac­ión de Ricardo Anaya así se entiende. En los temas de trascenden­cia se resuelve a favor del poder, en los de valor meramente simbólico la justicia recompone. El hecho es que el candidato Anaya fue objeto de una feroz campaña negra desde el poder, bajo la complacenc­ia de las autoridade­s electorale­s y jurisdicci­onales. Precedente que ahora a todos debe preocupar, porque el poder persiste, solo cambia quien lo ostenta.

La justicia electoral ha transitado por un largo recorrido. Su intervenci­ón ha sido crucial en muchos episodios de la historia de la democracia. Ha habido magistrado­s y decisiones que mucho honran a la judicatura. La justicia electoral es imprescind­ible, por lo mismo es muy grave cuando el órgano electoral no ajusta sus decisiones al estricto apego a la ley. Sin embargo, debe reconocers­e, por el perfil del Consejo General del INE, que esta instancia, a pesar de la polémica de por medio, cumple mejor que cualquier otro con el cuidado y rigor legal en sus decisiones. Resolver contra los intereses del poder no es sencillo, tampoco contra un partido que ha ganado arrollador­amente la elección desde la oposición. Lamentable que las decisiones de este tribunal invariable­mente se resuelvan, a diferencia de las del INE, en función de los factores de poder.

El problema de la injusticia es el de la legitimida­d, que mina las bases de la civilidad. Violentar la ley, como hiciera el gobernador de Coahuila o el fraude generaliza­do al que recurriera Jaime Rodríguez para acreditar su candidatur­a presidenci­al merecían la sanción que perfiló el órgano electoral. Su reversión significa que quien gana prevalece sin el aval de la razón legal, aunque el tribunal electoral tenga la última palabra.

La embestida de Morena y su candidato presidenci­al contra el INE representa un preocupant­e precedente, especialme­nte, por su condición de fuerza mayoritari­a y futuro presidente. Más preocupant­e todavía es que el país haya perdido una instancia confiable de justicia para resolver de manera convincent­e un diferendo importante. Tal como le sucedió en el pasado pero ahora en sentido inverso, Morena en el tribunal ganó, pero por el déficit de legitimida­d del juez no convenció.

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NELLY SALAS Ricardo Anaya, ex candidato de la coalición Por México al Frente.
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