Milenio Jalisco

“Rosario, no te preocupes, hay que aguantar”

- ESTEBAN ILLADES Twitter: @esteban_is o Facebook: /illadesest­eban

La frase que da título a esta entrega la dijo el presidente Enrique Peña Nieto en abril de 2013, cuando su sexenio aún iba viento en popa y la casa blanca y la desaparici­ón de los 43 estudiante­s eran impensable­s. Entonces Peña Nieto comandaba las reformas estructura­les y parecía intocable.

Sin embargo, la frase era la primera señal de que algo estaba podrido en Dinamarca: las críticas a Rosario Robles se daban respecto a un posible desvío de recursos a través de programas sociales para las elecciones estatales en el Veracruz de Javier Duarte. Años más tarde se supo que las críticas eran fundadas. De hecho, se quedaron cortas ante uno de los grandes desvíos históricos del erario mexicano.

Uno de los primeros en documentar las múltiples tramas fue Salvador Camarena, en

2015, ya que la corrupción se comenzaba a filtrar por diversas grietas de la administra­ción de Peña Nieto: la Sedesol despilfarr­ó casi

80 millones de pesos en paliacates (https://

bit.ly/2MuJsN3). Sí, paliacates. Animal Político y más medios jalaron de otros hilos: el desvío se dio de todas las maneras posibles, no solo a través de la Sedesol, sino de la Sedatu. Desde sobrepreci­os en compras hasta empresas fantasmas y triangulac­iones a través de universida­des estatales.

El caso más reciente sale a la luz esta semana y lo publica Reforma (https://bit.

ly/2Mu9ijW): la desaparici­ón de 700 millones de pesos en efectivo con ese esquema tan productivo, por llamarlo de alguna manera.

En todas las investigac­iones hay dos denominado­res comunes: el primero, el uso de las institucio­nes del Estado encargadas de ayudar a reducir la pobreza en un país que vaya que sufre de ella. Mientras estos fraudes millonario­s se llevan a cabo, el Coneval afirma que en los últimos ocho años el número de pobres ha aumentado casi 8 por ciento (https://bit.ly/2r9FxME).

El segundo es que ambas dependenci­as las comandó la secretaria que no tenía que preocupars­e, solo aguantar. Cosa que hay que decir, ha logrado hasta hoy.

Los que ya no aguantamos somos nosotros.

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