Tráileres que son fosas… y no pasa nada
Las morgues rodantes de Jalisco”, cabeceó El País una nota de su reportera Karina Suárez, publicada en la versión impresa del periódico español el miércoles pasado.
El balazo del texto completó así: “Más de 300 cadáveres han sido apilados en camiones ante la saturación de los depósitos del Estado (sic)”.
¿Qué pensaría usted si leyera semejante historia, por ejemplo, sobre Chicago?
Imagine…
Que debido a la guerra entre cárteles y contra el crimen organizado fueran tantos los cuerpos de gente asesinada en esa ciudad (la tercera en población de Estados Unidos), cadáveres sin identificar, que el gobierno estatal los hubiera tenido que guardar… en tráileres. Imagine que no se supiera con certeza quién fue el genial responsable de la idea: si el fiscal del estado o el director del forense. Y por si la historia no fuera bastante tétrica, imagine que el forense también padeciera la mutilación… de una hija desaparecida.
Imagine entonces que el fiscal, el forense, o el mismísimo gobernador, que alguno de ellos o todos juntos hubieran tenido la ocurrencia de mandar a tirar, enterrar o embodegar los cuerpos en un condado aledaño al de Cook, por ejemplo en el condado de Kane. Imagine que las autoridades de Kane se hubieran opuesto y que en consecuencia uno de los tráileres anduviera deambulando de lado a lado en la zona metropolitana de Chicago, condu- cido por choferes a los que se les hubiera advertido que “si abren el hocico” sobre el caso, “algo” les pasaría. Y que uno de ellos insinuara que, bien pagados él y sus colegas, ya llevan tiempo botando cadáveres.
Imagine usted el escándalo en todas las cadenas de televisión nacionales y en los principales periódicos del país, que dedicarían durante semanas sus prime time y sus portadas para abordar el asunto. Asumo que además el señor que opera en la Casa Blanca, Donald Trump, aprovecharía para arremeter una vez más contra Rahm Emanuel, alcalde de Chicago, y que por tanto el estrépito político recorrería todo Estados Unidos.
Supongo que los estadunidenses estarían conmocionados, en shock, pasmados por una historia que pareciera haber surgido de un guion supermediocre y chafa generado en las febriles mentes de esa clase de periodistas que, como nunca pudieron hacer reportajes de investigación, y creyeron que “periodismo narrativo” era volar y volar notas e historias hasta la ignominia, mejor optaron por hacer ficción, abiertamente y sin simulaciones.
Vuelvo a la realidad, Jalisco: la fiscalía tiene cuerpos no identificados de 644 víctimas. Están en dos tráileres, en la morgue, y en un panteón, desde que en 2014 se dejaron de cremar cadáveres anónimos en tanto no concluyeran las pesquisas sobre la identidad y los asesinatos de esas personas. Se estima que en Jalisco hay 3 mil 500 personas desaparecidas.
Observo a pocas personas estupefactas. Tampoco aprecio gente conmovida. Muy poca. Mucho menos veo que haya funcionarios resolviendo algo de fondo.
Ahí vamos, con el horror normalizado, pase lo que pase, surja la nueva atrocidad que surja. Y no, no pasa nada. Nada mejora, más allá de catarsis aisladas. Todo empeora…
M