Guzmán, el cáncer de la fiel
Para Mario Hueso y toda la fiel
Pocos directivos son tan repudiados por sus aficionados, como lo es Gustavo Guzmán por parte de la familia rojinegra. El sentimiento no es gratuito, proviene de la actitud cínica de quien, teniendo la responsabilidad más alta del club, no asume sus fracasos. Los aficionados rojinegros se enfrentan a un propietario ausente, y para quien, mientras reciba los millonarios recursos de los cientos de miles de aficionados que van al estadio, o los que provienen de la venta de publicidad de quienes ven la transmisión de los juegos, no dejen de llegar, no se inmutará.
Por otra parte, enfrentan la demagogia de un directivo que es capaz de afirmar que “es el mejor equipo que hemos armado” cuando, en diez partidos, han metido 1 gol y no han podido conseguir un solo triunfo.
Como el más alto responsable de los destinos del equipo de fútbol, Guzmán debería responder por el área de inteligencia deportiva. Hoy, nuestro amado club, ha hecho de la inteligencia deportiva, negligencia deportiva o de plano, vulgar corrupción.
La cantidad de jugadores que han desfilado, denominados “refuerzos”, no han hecho sino evidenciar la poca capacidad que tiene el principal directivo del club para comprar jugadores y la miopía de vender a los jugadores rentables: Caraglio, Alustiza, Madueña, por citar a algunos.
En el interior del Atlas, pagan los platos rotos aquellos que no la deben, ni la temen, como Gerardo Espinosa. En segundo lugar, lo paga la cantera. Jóvenes que deben cubrir un proceso de formación futbolística e incluso, mental, tienen hoy la enorme responsabilidad de sostener un barco que carece de un capitán experimentado y de una columna vertebral por línea. En tercer lugar, las malas decisiones de Guzmán, entorpecen la parte comercial. La marca atlas se devalúa a pasos agigantados. Y finalmente, y quizá lo más importante, hay un abuso a una afición que ha sido fiel y leal; una afición como no la tiene ningún otro equipo y que es un orgullo de la ciudad.
La fiel es, en primera y última instancia, lo que le da valor económico, social, trascendencia e identidad a una institución de enorme tradición local.
El grupo Salinas y su torpe y prepotente embajador, (al que por razones de amistad, Salinas Pliego ha protegido, primero lo hizo presidente de Iusacell, y posteriormente de otros clubes propiedad de la empresa), está logrando lo que 124 socios, con todo y su desorden, no lograron en el pasado: hacer que la afición se divorcie de su equipo.
El Atlas y la fiel, tienen un cáncer, se llama Gustavo Guzmán: extirpémoslo.