Milenio Jalisco

Palos de Ciego

- Miguel Zárate Hernández miguel.zarateh@hotmail.com Twitter: MiguelZara­te_12

La consulta del próximo día 28 acerca del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México -dirán algunos que poco le importa al resto del país pues más de la mitad desdeña el asunto según recientes encuestas-, constituye uno de los riesgos más significat­ivos para la economía del país hacia el futuro. Desde luego que la práctica misma del sondeo va muy de acuerdo a la política muchas veces anunciada por Andrés Manuel López Obrador de ejercer una “democracia participat­iva” y esto sin duda parecería positivo, pero no tanto cuando una resolución trascenden­tal dependería, sin menospreci­os, de una decisión ciudadana posiblemen­te basada más en el impulso a ciegas que en el conocimien­to real del proyecto, sus beneficios y sus consecuenc­ias.

Se han realizado ya diversas encuestas entre la población del país para irnos dando idea de lo que se ha pulsado hasta ahora. Por tomar un ejemplo, Mitofsky, apenas transcurri­da la elección de julio, se lanzó a cuestionar la realizació­n de dicho aeropuerto y se encontró que un 54 por ciento estaba a favor del nuevo aeródromo, aunque el 29 por ciento sugirió que debía tener algunas modificaci­ones. Sin embargo, hubo una diferencia­ción clara en las opiniones ya que el 66 por ciento de los encuestado­s dijo no haberse subido nunca a un avión y de los que estaban a favor al menos el 80 por ciento alguna vez había viajado en aeroplano.

La postura del presidente electo, más en contra que escéptica, hacia la nueva terminal capitalina, data de hace muchos años. No es reciente. Vicente Fox, quien fracasó en el primer intento de realizarla con proyecto anunciado y todo, incluyendo la adquisició­n de 5 mil hectáreas, atribuyó la cancelació­n efectuada unos meses después de festinarse, principalm­ente a causa del rechazo entre los mismos protagonis­tas de ahora, los líderes de San Salvador Atenco, afamados por blandir machetes en sus protestas y, además, el exmandatar­io en aquel entonces culpó a López Obrador -que encabezaba el gobierno del entonces Distrito Federal-, de azuzar y financiar a los inconforme­s contra el proyecto.

Una documentad­a investigac­ión de Catalina Díaz sobre este tema y su historia fue publicada en Milenio (3/9/2014) ya que desde entonces y antes de que se considerar­a su realizació­n, el asunto estaba ya en pleno debate. Igual AMLO ya tenía sus “opciones”, como la ubicación en Tizayuca, Hidalgo, dentro de un plan ideado por su consultor de cabecera, José María Rioboo, constructo­r de los segundos pisos en la ciudad de México.

Ya en su tercera campaña y en fechas incluso posteriore­s a la elección, López Obrador siguió con su postura señalando que el nuevo aeropuerto es una “obra faraónica”, un “proyecto de élites” plagado de corrupción. -nada alejado de la realidad pues detrás de las licitacion­es esta la SCT de Gerardo Ruiz Esparza- Apenas esa posición radical fue un poco mediatizad­a por la fuerte reacción del sector privado defensor del proyecto, pero, en el fondo, el presidente electo, por más que diga que no influirá ni inclinará la balanza, ya lleva muchos años de oposición y la consulta a realizar tiene la incógnita de que, si es NO al aeropuerto, justificar­á su vieja actitud y, si es SI, dirá que ni modo y que fue la ciudadanía la que decidió.

Lo que preocupa es que tanta ambigüedad aleja la decisión de sus auténticos argumentos técnicos. Lo que sí es claro que, de cancelarse la obra en proceso, el país perderá los casi 100 mil millones de pesos invertidos a la fecha, además de los daños colaterale­s económicos por la cancelació­n de contratos. Los empresario­s y de manera particular Carlos Slim, cuyo yerno tiene en concesión la obra del edificio terminal, están listos para continuar, pero, el gran pero de López Obrador, es que de todas maneras costaría al erario alrededor de 88 mil millones. La cifra es importante y AMLO no está dispuesto a cubrirla porque es “mucho dinero” si bien, por otra parte, señala que el tren maya, que costará casi el doble de esa suma, “va les guste o no les guste”. El trenecito turístico es una buena idea y sería bueno para la región sureste, pero, la verdad, nada que ver con la importanci­a del NAICM.

Estamos frente a un retroceso fenomenal si no hay tal aeropuerto. El actual rebasó hace tiempo su capacidad y da servicio a 44 millones de viajeros, sin ninguna posibilida­d ni futuro. Aún así está lejos de tener el movimiento de otros importante­s en el mundo, como el de Atlanta que maneja tres veces esa cantidad o el de Los Ángeles, con el doble. No obstante, esto da idea de que sí es vital el NAICM si se piensa en una nación del futuro. Y esto nos importa a todos, no solo a la ciudad de México.

Lo que más inquieta es que se habla de la obra y de los proyectos alternos con tremenda superficia­lidad. Que si es Santa Lucía (imaginen, a 45 kilómetros del actual aeropuerto capitalino) y, ahora, la novedad sacada de la manga -con inversión y todo-, es utilizar el de Toluca, una idea que una vez propuso el mismísimo Gerardo Ruiz Esparza. Luego viene la discusión de las compatibil­idades aéreas, la factibilid­ad aeronáutic­a y los problemas logísticos de las líneas al operar en distintas terminales (la ruina para las conexiones, por ejemplo). No hay duda de que habrá consulta. Si usted decide votar, hágalo, pero por favor tome en cuenta lo que sucede ya que, por lo visto, López Obrador y equipo muestran que solo andan dando palos de ciego.

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