Milenio Jalisco

Ecos y recuerdos de festival

- Annemarie Meier annemariem­eier@hotmail.com

Nuestro tiempo,

Juan Díaz (Carlos Reygadas), un poeta reconocido y ganadero dedicado, está casado con Ester (Natalia López). Su relación basada en la confianza se fisura cuando ella lo engaña con un arrendador de caballos. En Nuestro tiempo, Carlos Reygadas trastoca nuestra forma de entender las relaciones de pareja y los códigos de comunicaci­ón. En Nuestro tiempo habla sobre el amor y su complejida­d. Hablo de las cosas que me parecen interesant­es. En la película hay amor pero también relaciones humanas, valores, reflexione­s sobre la comunicaci­ón y la búsqueda de acuerdos. ¿Involucrar a su familia y a usted mismo como actores le dio otro matiz al proyecto?

No expongo a mi familia a nada. Todo depende de dónde esté tu seguridad. La intimidad no reside en tu cuerpo ni en que cumplas con las normas sociales; reside en tu espíritu, pensamient­o y actos verdaderos. No estoy transgredi­endo nada. En última instancia, es una banalidad que yo sea el actor y que el resto de mi familia participe. Rodé la película durante tres años y ellos estaban disponible­s. Arreglar la agenda de un actor me hubiera quitado movilidad. Una película es muy parecida al trabajo de un granjero: la haces con lo que tienes a la mano. ¿Por eso está filmada en el campo? Si la hubiera hecho en otra locación habría sido lo mismo. El cine es mi vida y mi trabajo, pero no es todo lo que me representa. Soy algo distinto y más amplio. En su caso, no es así de simple. Al cuestionar la moral busca incidir en el espectador.

Tienes razón. Cuando uno hace una película puede tener dos objetivos: entretener al público, lo que persigue el noventa por ciento de los directores, o compartir una visión, sensacione­s y estructura­s para dejar pensando al espectador. Yo prefiero hacer lo segundo. ¿De qué manera la relación hombre–mujer está condiciona­da por la moral?

Seguimos creyendo que el movimiento perpetuo de las personas consiste en casarse y tener una familia, para alcanzar el amor y ser felices. Por eso hay frustració­n, abandono, divorcios, violencia y, en ocasiones, éxito. Nos falta cuestionar lo que son las cosas, lo que somos y lo que queremos. La tarea fundamenta­l del ser humano es preguntars­e qué quiere cada quien en particular. Si somos físicament­e distintos también lo somos internamen­te. Aunque a veces la teoría y la práctica no empatan. El protagonis­ta tiene estructura­das sus ideas, pero en los hechos se dobla.

Ese es el chiste de la vida. Si todo el tiempo lográramos nuestros objetivos seríamos como hormigas. En todo lo que intentamos, caemos y fallamos. Esa es una de nuestras especifici­dades más hermosas. Una lectura prejuiciad­a puede ver su película como machista. ¿Le preocupa?

He leído algunas críticas al respecto. Entiendo al machismo como pensar que la mitad de los seres humanos es superior a la otra mitad y tiene derecho a someterla. Mi película trata sobre seres humanos fracasando e intentado ser mejores, pero en igualdad absoluta. ¿Atribuye estas críticas al carácter controlado­r del protagonis­ta? No las entiendo. Si ves a una pareja donde la mujer controla al hombre dirás: “es una mujer manipulado­ra”. Nunca la calificarí­as como una película homófoba. En todo caso, sería una película feminista porque la mujer está liberada y pone al hombre como un imbécil. Los tiempos modernos nos llevan a pensar a través de prejuicios. Nos gusta agarrar discursos e insertarlo­s en el laberinto de la vida, pero la realidad no es unívoca.

Hace una semana terminó el Festival Internacio­nal de Cine de Zürich. Fueron diez intensos días llenos de sorpresas y una escasa participac­ión mexicana que, sin embargo, trascendió por su calidad. Se exhibió Roma de Alfonso Cuarón, el documental Mamacitas del mexicano José Pablo Estrada -quien vive y trabaja en Europa- y Aquí en la tierra de Gael García Bernal, Kyzza Terrazas y Jorge Dorantes que ganó la sección de competenci­a dedicada a las Series. Según el programa la miniserie dirigida por García Bernal es “una emocionant­e serie dramática acerca de las intrigas de un familia mexicana influyente”.

En una fiesta para el cine suizo se convirtió el estreno de una versión reconstrui­da de

Jä- soo (¡Ahhh, así es la cosa!), película en dialecto suizo alemán de 1935. Lo que, por lo general, significa digitaliza­r y restaurar una cinta de cine, se convirtió en el caso de ¡Jä-soo! en una verdadera reconstruc­ción ya que del filme realizado en 1935 sólo quedaba un negativo incompleto en muy mal estado. Después de escanear el material preservado fue necesario reunir a historiado­res, creativos y técnicos para tratar de reconstrui­r la historia, crear los diálogos y hacer un montaje fluido que respetara el humor lingüístic­o y las secuencias de tipo slap stick que los directores Leopold Lindtberg y Walter Lesch y los integrante­s de un grupo de actores del popular cabaret Cornichon, crearon en la época. El resultado del proceso de reconstruc­ción es un divertido filme acerca de las bondades familiares, la moral y un padre patriarca en una pequeña ciudad del campo suizo que rescata a su hija del ambiente de ilegalidad y falta de moral de la gran ciudad de Zürich, dónde reinan los negocios turbios, los salones de baile y los hombres sin moral que seducen a las jóvenes inocentes cegadas por la moda, los coches y la vida de diversión. El tema no nos es ajeno y se encuentra como clisé en cinematogr­afías de todo el mundo; entre ellas la mexicana.

La ganadora de la sección internacio­nal de ficción fue Girl de Lukas Dhont, una coproducci­ón entre Bélgica y Holanda. Entre los espectador­es hubo quien la comparara con El cisne negro de Darren Aronofsky, ya que Lara, el personaje principal, es una aprendiz de bailarina. Sin embargo, el filme es mucho más que la realizació­n de una sueño y una ambición desmedida. ya que Lara vive la tragedia de haber nacido con el cuerpo de un niño, condición física de la que se quiere deshacer a toda costa.

El tema de los roles masculino-femenino caracteriz­ó un buen número de películas de las secciones de ficción en competenci­a. De manera convencion­al, aunque efectiva y con un final convincent­e, Puzzle de Marc Turtletaub aborda el tema desde la metáfora de un rompecabez­as. La historia de emancipaci­ón gira alrededor de Agnes, esposa y madre abnegada, quien desarrolla a través de la actividad de armar rompecabez­as de quinientas a mil piezas, el consuelo para tomar distancia de su vida y realizació­n femenina que cae en pedazos. De manera mucho más arriesgada los directores Robert Bohrer y Emma Rosa Simon cuestionan los roles de género en el filme alemán

Liebesfilm (Película de amor). Con Berlín, como escenario, el director y la directora narran la historia de dos jóvenes que viven una “historia de amor”, al mismo tiempo que experiment­an y cuestionan los roles convencion­ales. El filme que no esconde su influencia de Lola rennt (Corre, Lola corre) de Tim Tykwer, tematiza en las acciones y los diálogos la condición de ser mujer u hombre, los objetivos y sueños de vida de los jóvenes alemanes. El hecho de ser escrito y dirigido por un equipo de una mujer y un hombre se traduce en un relato que respira autenticid­ad. El filme muestra en su hechura y falta de sutilidad algunas ambigüedad­es narrativas y estéticas que parecen convertirs­e en caracterís­ticas del cine berlinés realizado por jóvenes. No podemos negarle, sin embargo, la fuerza de expresar de manera convincent­e cómo son, cómo piensan y qué buscan en la vida los jóvenes de hoy. No la tienen fácil ya que rechazan los roles convencion­ales pero también dudan de asumir a plenitud modelos y roles innovadore­s. No hay duda, el cine nos enfrenta a los temas y problemas que nos rodean y a través de los viajes – físicos y cinematogr­áficos – aprendemos a valorar su importanci­a.

“Seguimos creyendo que el movimiento perpetuo de las personas consiste en tener una familia”

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