Milenio Jalisco

La Tota. “A mí ya me conocen más por mi vidriería”

El Cinco Copas, compadre del consagrado cantautor, comenta que ahora lo conocen más por su vidriería o por su fundación a favor de jóvenes con problemas de drogadicci­ón que por sus Mundiales

- RUBÉN GUERRERO ATILANO

En las calles del barrio Santa María la Ribera, Antonio Carbajal (7 de junio de 1929), La Tota, combinaba estudios con un sueño que parecía inalcanzab­le por entonces: ser futbolista. Era apenas un niño. Su perseveran­cia y capacidad bajo el arco convirtió en realidad la fantasía. Su trayectori­a se convirtió en leyenda, jugó cinco Mundiales, se volvió referente en tiempos en los que el Twitter y los Trending Topic no existían. Aun así, su historia traspasó fronteras.

Cuando adolescent­e, Carbajal coincidió con José Alfredo Jiménez: “Él era mayor que yo, también le gustaba el futbol y competíamo­s desde chavitos en la misma posición, portero. No era malo, pero le gustaba más la cantada, se inspiraba más; éramos grandes amigos, del mismo rumbo”.

“José Alfredo y yo éramos cercanos en la edad, coincidíam­os en cómo veíamos ciertas cosas. Si no mal recuerdo, él probó suerte en el Marte, cuando yo también intenté quedarme en el Real España”, dice Carbajal. Los años y la distancia maduraron su amistad y Antonio, como ícono futbolísti­co, y Jiménez, consagrado cantautor, coincidier­on más tarde: “Nos convertimo­s en compadres”.

Una foto de ambos, previo a un partido, atesora su amistad en la vidriería de La Tota.

¿Cómo anda de trabajo en la vidriería, don Toño?

Ahí va. La gente me conoce muy bien en León y me visitan, aunque sea para echar una platicadit­a; ya de ahí salen algunas necesidade­s y si se puede colaborar y ayudarlos también, qué bueno. Hay trabajo, hay salud y sigo viendo futbol. No me quejo de nada. A sus 89 años, ¿qué le resta por ver, por hacer?

Estar cerca de mi familia, disfrutar a mi gente, pero con una rutina de por medio. Yo comencé a trabajar desde que tenía 15 años, cuando vivía en Ciudad de México; estoy acostumbra­do a eso, a levantarme temprano, a generar mis ingresos, a ser independie­nte. Eso sí, el domingo se lo dedico a los hijos, a los nietos, a leer periódicos y escuchar música.

¿Escucha seguido a José Alfredo Jiménez?

¡Cómo no, claro que sí! Para acordarme de nuestras charlas y farras que nos poníamos. Qué bien cantaba el canijo, ¿verdad? Era a todo dar mi compadre. Desde muy jovencitos nos empezamos a llevar bien. Él se creía mucho, porque según estaba guapo y le llegaba a las chavas fácil con lo de la música, pero yo era mejor portero. No te creas, con él también le intenté a la cantada y no lo hacía tan mal, pero siempre fue en fiestas, de puro relajo.

¿Se acuerda de alguna canción en particular?

Tiene varias, aunque a mí siempre me gustó la de “El rey” y “Si nos dejan”. Fue un adelantado a su época. Componía, cantaba, tenía todo. Era un gran tipo. Seguido me decía: “Te hubieras dedicado a la cantada”, pero a mí siempre me gustó más la mala vida del futbol.

Me decía que lee seguido, ¿como qué?

En su mayoría, periódicos locales (de León, Guanajuato). Me gusta estar enterado de todo lo que pasa a mi alrededor. Por supuesto, las secciones de deportes, para ver qué dicen del futbol, pero de todo un poco. No discrimino en ese sentido. ¿Cuál fue el último libro que leyó?

Tengo en la vidriería el de Eduardo Galeano, El futbol a sol y sombra, me gusta mucho. Escribía muy bien. Tiene muchas referencia­s y luego, cuando ando cansado, me lo llevo a la casa para que los nietos me lo lean. Sirve que también a ellos los convenzo. No les gusta mucho el futbol.

¿Cómo va el tema de su fundación?

Es más una organizaci­ón, es un tema de ayuda a jóvenes con problemas de drogadicci­ón. Ahí van los que quieren, quedamos de vernos en cierto punto e imparto pláticas y hacemos talleres de trabajo; ya estoy grande, ya no puedo seguido, pero por lo menos un par de veces a la semana sí se hace.

¿Cree que las nuevas generacion­es lo ubican? ¿Cómo las ve?

Es difícil que por sí solos me ubiquen. Pero al menos aquí en León mi nombre es importante, por lo que logré como futbolista y entrenador. De abuelos a padres y de padres a hijos, se pasó de boca en boca lo que logré y lo que fui. Me da gusto, eso sí, cuando algún

_ joven me pide una foto o un autógrafo, aunque cada vez sea menos. Te he de decir que me ubican más por la vidriería que por mi pasado profesiona­l. Así es esto. La vida sigue.

“Hay trabajo, salud y sigo viendo futbol; me da gusto, eso sí, cuando me piden un autógrafo...”

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SANTIAGO CHAPARRO El domingo se lo dedico a los hijos, a los nietos, a leer periódicos y escuchar música.
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¿Qué está leyendo? Tengo en la vidrería El futbol a sol y sombra, de Eduardo Galeano, me gusta mucho.

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