Milenio Jalisco

Plan de seguridad: cuatro fallas

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

L as críticas al plan de seguridad de Andrés Manuel López Obrador han sido precisas y contundent­es por la militariza­ción de la seguridad. Y tienen la razón. Frente al lamentable estado de la mayoría de las policías se opta por institucio­nalizar —constituci­onal, política y temporalme­nte— la participac­ión de las fuerzas armadas en tareas para las cuales no fueron creadas ni entrenadas.

Además de los argumentos en términos de seguridad —mayor riesgo tanto de violacione­s a los derechos humanos, como de fracaso en reducir la insegurida­d por el esquema centraliza­do de mando militar— se han criticado sus implicacio­nes políticas: darle al Ejército tal poder y preeminenc­ia frente a las autoridade­s civiles, en contra del artículo 21 de la Constituci­ón. ¿Ignorancia? Tampoco es menor el tema de una incongruen­cia más de López Obrador entre lo que dice y lo que hace.

Sin embargo, la militariza­ción no es la única falla del plan de seguridad. Hay otras omisiones y errores demasiado preocupant­es, comenzando por negar la pertinenci­a y necesidad de contar con policías civiles en los tres órdenes de gobierno.

La eficacia para desmantela­r a las organizaci­ones criminales y frenar su expansión depende, en buena medida, de la inteligenc­ia policial (lo que reduce el uso de la fuerza) y ésta se alimenta de informació­n generada por la relación de confianza entre policía de proximidad y las comunidade­s. Por eso, desaparece­r o minimizar a las policías locales atenta contra la eficacia en la lucha para reducir la violencia y la insegurida­d.

Acabar con la Policía Federal, el ejercicio más serio y profesiona­l hecho por México en el ámbito policial en toda su historia, es el equivalent­e, en materia de seguridad, a cancelar el aeropuerto de Texcoco. Lamentable y gravísimo. Guardia Nacional pequeña, militariza­da y centraliza­da igual a menos informació­n, menos inteligenc­ia, más fuerza y menos resultados.

La segunda y no menos preocupant­e omisión del

Se ha dicho hasta la saciedad que uno de los mayores incentivos para delinquir es la

impunidad

plan de seguridad es la referente a la procuració­n e impartició­n de justicia. Se ha dicho hasta la saciedad que uno de los mayores incentivos a delinquir es la impunidad, fenómeno cercano al 100 por ciento en nuestro país.

Si asesinar, extorsiona­r, robar, secuestrar, apropiarse del dinero público no tiene consecuenc­ias, ¿por qué no hacerlo? Y una razón de esos niveles de impunidad es el sistema de justicia ineficaz e insuficien­te: ministerio­s públicos rebasados, sin la capacitaci­ón requerida ni los recursos de investigac­ión necesarios y adecuados; juzgados lentos y atascados de casos; Nuevo Sistema de Justicia Penal con grandes carencias de capacitaci­ón; nepotismo en el Poder Judicial; defensores públicos insuficien­tes y mal preparados; miles de reos sin sentencia; corrupción por todas partes. Y frente a toda esa realidad, prácticame­nte ninguna palabra en el plan de seguridad.

Tercera omisión: presupuest­o inercial. Una prioridad política no traducida en mayores recursos financiero­s, humanos, tecnológic­os y materiales es demagogia.

Cancelar la posibilida­d de tener en el futuro institucio­nes de seguridad y justicia civiles, confiables y eficaces es un gran error que pagaremos los ciudadanos durante muchos años: seguiremos siendo la materia prima de tasas de victimizac­ión crecientes.

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