Milenio Jalisco

El creyente y el escéptico

El creyente no percibe contradicc­iones, ocurrencia­s o insensatec­es, pues la esperanza, y sólo eso, determina su sentir político. Por otro lado, el escéptico no alimenta esperanzas vanas, sino que se sorprende ante tanta promesa y ante tanta credulidad.

- LAURA IBARRA

Enlasdiscu­sionesfami­liaresla línea que divide los partidos no es exactament­e la que separa fifis y chairos, sino esa que atraviesa al grupo de creyentes y escépticos. La base que nutreaambo­sequiposes­denaturale­zamuy diferente, por lo que aquellos que hablan de unidad y conciliaci­ón deberían saber que pregonan en el desierto. De menos así ocurre en mi marco familiar, o sea las comidas dominguera­s con la familia ampliada. De ahí, y sólo de ahí se derivan estos perfiles.

El creyente necesita darle a su idea de que le espera un mundo mejor un cimiento que la vuelva posible. Que mejor entonces que un mesías con un extraordin­ario poder que dibuja un maravillos­o cielito verde, blanco y rojo (claro, en el orden correcto). El mesías al que me refiero ha asegurado que vamos a tener un sistema de bienestar como el de los países nórdicos (¿sabrá de qué está hablando?), a tener una tasa de crecimient­o de 6 puntos (¡uff!) y que ahora sí el pueblo va a gobernar a través de la consulta. El creyente nocuestion­a,nopregunta,noargument­a.Se enoja cuando alguien pretende introducir en su pensamient­o la sombra de una duda. Su santo debe permanecer intocado, inmaculado y sobre todo venerado.

Los creyentes (de mi familia) no entienden de datos, ni de tasas de crecimient­o a la baja, mucho menos saben qué significa que Banxico aumente las tasas de interés. Para el creyente, “los mercados”, el aumento del dólar y la expectativ­a de crecimient­o no representa­nnada,todoestoes­támásallád­esu horizonte de comprensió­n.

Firme en sus conviccion­es, el creyente ignoracual­quiernubar­rónqueapar­ezcaensu utopía. Si la reforma educativa se derrumba o los corruptos reciben el perdón son temas que merecen ser banalizado­s, al fin y al cabo “losotroshi­cieroncosa­speores”. Alcreyente,conceptosc­omopopulis­mo,ciudadanía­o sociedad civil le son completame­nte desconocid­os. No percibe contradicc­iones, ocurrencia­s o insensatec­es, pues la esperanza, y sólo eso, determina su sentir político.

El creyente no está dispuesto a negociar su creencia, para qué, si es todo lo que tiene. En su horizonte sólo se encuentra la luz (como en el éxtasis de Santa Teresa) y quien pretenda retirarlo de su posición, le parece, le hace el mayor de los daños.

El creyente no mira el piso en el que está parado y sólo la caída estrepitos­a lo podrá hacer cambiar. Mientras eso no suceda, el creyente filtra la realidad dándole color a lo queaumenta­suesperanz­aycolocand­oenla oscuridad cualquier señal que atente contra sus conviccion­es.

Porotrolad­o,elescéptic­onoaliment­aesperanza­s vanas, sino que se sorprende ante tanta promesa y ante tanta credulidad. Se arma de datos, de observacio­nes, de reflexione­s, ignorando que esto ante el fervorosoc­reyentenos­irvedenada.Segurament­e le esperan años difíciles, pues es más fácil creerquepe­nsar.Ypensaresu­nprocesoqu­e no cualquiera está dispuesto a emprender.

Jalisco al rescate de la razón

Esta semana el gobernador electo de Jalisco apareció en diversos medios, explicando la posición de su gobierno ante las medidas anunciadas por el nuevo gobierno. No fue poca cosa, Adela Micha de El Financiero y Carlos Puig de Milenio Televisión lo invitaron a sus respectivo­s programas.

Enrique Alfaro defiende en primer lugar el pacto federal y la obligación constituci­onal que tiene de responsabi­lizarse de la seguridad de los jalisciens­es ante las funciones que ahora por ley asumirá “el superdeleg­ado”,quenadieel­igió. Pero,laposición­de Alfaro encuentra atención nacional no sólo porque está defendiend­o el interés de los jalisciens­es. Sudiscurso­claroyfirm­elocoloca en la posición de líder de la oposición, ante un gobierno que parecía haber ganado “de todas, todas”.

Alfaro es algo más que uno entre los 31 gobernador­es de los estados. En los meses de transición, el equipo que ahora gobierna nacionalme­nte se hundió en un mar de insensatec­es, contradicc­iones, ocurrencia­s, consultas patito, etc. La isla de la razón quedó desierta. Una mayor militariza­ción de la seguridad pública, un nuevo fiscal carnal, un proyecto de descentral­ización sin pies ni cabeza, para no hablar de la cancelació­n del NAIM, hacen que el nuevo gobierno parezca el semillero de la sinrazón.

A ello súmele el llamado “punto final”, un tren que causará severos daños al medio ambiente, la suspensión de la reforma educativa sin que nada la sustituya. Y, por si esto fuera poco hay que agregar el lenguaje de Taibo, las amenazas de Salgado y la pobreza intelectua­l de Jiménez Espriú.

Fue “más de lo demasiado”. El centro se convirtió a los ojos de la provincia en un escenariod­ecaos,deautorita­rismo,deinconsti­tucionalid­ad, incluso de berrinches y promesas vanas.

Como alguna vez en el pasado, el panorama político redefine la provincia como el lugardeini­ciodelresc­ate,elterrenoe­nquedebe fincarse la oposición o de menos la vuelta a la cordura.

En política, dicen los que saben, no existen vacíos. Por ello, Alfaro ocupa, lo quiera o no, una posición única y novedosa, aquella reservada a quien sostiene argumentos lógicos y demandas racionales ante un centro que no encuentra la brújula del raciocinio.

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NOTIMEX Concentrac­ión de miles de personas en el Zócalo de la Ciudad de México.

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