Seis años seis
Al publicarse las presentes líneas, se habrá iniciado en el país la llamada “cuarta transformación” del país, enunciado **lopezobradorista nada exento de una buena dosis de carácter aspiracional ya que solamente con el tiempo se sabrá si realmente el régimen que recién inicia vendrá a ser la “nueva historia” prometida. Deseo como la mayoría de los mexicanos que le vaya bien al nuevo Gobierno. Pasaron cinco meses, que se hicieron largos muy largos, para que el ya Presidente Constitucional de México, exhibiera públicamente sus planes y proyectos prácticamente como si ya estuviera en el ejercicio de sus poderes. En otras palabras, los mexicanos ya sabemos a qué atenernos con esta nueva era política al menos durante los próximos seis años que, por razón lógica, ponen en marcha igual la cuenta regresiva del nuevo gobierno.
Sin embargo, para los jaliscienses hay incógnitas y, de hecho, aún sin asumir la gubernatura del estado, Enrique Alfaro Ramírez ha asomado ya con diversos puntos que implicarán, necesariamente, controversia con el gobierno federal. Apenas en unos días más, Alfaro llevará a cabo su propia misión de “refundar” la entidad aunque, de momento, las condiciones de relación con López Obrador no sean las mejores. Y no lo serán si se siguen tomando decisiones con óptica centralista como la de ubicar en puestos clave y con pretensión de mando a políticos cuya tarea, se ve desde ahora, será la de ir socavando a la administración naranja que, de entrada, no parece será muy cómoda y mucho menos dócil para el gobierno de la república.
Claro que, confiemos en ello, los seis años que advienen no necesariamente deben ser de confrontaciones y hasta pleitos. Nada más indeseable que una mala relación entre estos niveles de gobierno pero, la verdad, todo apunta a que la conciliación y el trabajo en conjunto será complicado no tanto por las estructuras impuestas desde Palacio Nacional (ya no desde Los Pinos como se decía antes), sino por las designaciones de dudoso perfil profesional en las tareas, como el del superdelegado Carlos Lomelí que convoca a las nuevas mesas de seguridad en las que, definitivamente, chocarán los gobiernos ahora sí de los niveles estatal y municipales, contra las disposiciones federales.
Es decir, no parece que, a menos que se hagan las cosas de mejor manera, las citadas relaciones con el presidente López Obrador y su administración, no serán tersas por lo menos en el futuro próximo. Políticos de cepa en ambos casos, Andrés Manuel y Alfaro tendrán que unificar puntos de vista ya que, como es de esperar, con el tiempo prevalezca el entendimiento, el respeto a la soberanía –posición muy legítima que se está asumiendo entre todos los sectores jaliscienses- y la realización de programas en marcha o futuros entre ambas administraciones.
El simple anuncio de las “mesas de seguridad” ha provocado ya una reacción inmediata de parte de los ayuntamientos que ya fijaron su postura, independientemente de cuestiones partidistas. Es un fenómeno poco visto en política pero implica que Jalisco no será de los estados afines al nuevo centralismo nacional. Sin embargo, no puede olvidarse que el estado ha sido “amigo” de casi todos los presidentes, con etapas verdaderamente sobresalientes en este sentido (con Díaz Ordaz, Echeverría, De la Madrid y Calderón, por ejemplo) y que por ello han derivado en buenos resultados y apoyos extraordinarios al estado. Lo que apunta ahora son seis años de una complicada situación ya que los morenistas jaliscienses harán todo lo posible por avanzar en sus intenciones personales hacia futuras contiendas políticas, con el aparente apoyo de López Obrador quien los ha colocado en posiciones que incidirán en el autogobierno de los jaliscienses.
Hasta ahora hay amago de que a fin de cuentas todos resultemos perjudicados. Los municipios, de manera particular, serán el eslabón más vulnerable en todas las pretendidas acciones como la de seguridad, aspecto que como todos sabemos es el más sensible e importante. Ya conocimos hasta la saciedad los puntos de partida del gobierno que encabeza López Obrador en esta materia y en unos días Enrique Alfaro marcará su línea (y sin duda pintará su raya) en lo que concierne al suyo.
Empero, la vinculación es inevitable. En nuestro sistema federal hay que tener presente que el estado depende en muchas de sus funciones fundamentales del gobierno de la república. Ahí es donde se encuentra la trascendencia de que las cosas se aclaren finalmente, que impere la prudencia, la conveniencia general y que no prevalezcan los intereses ni ambiciones de quienes perdieron en las urnas su oportunidad –Lomelí y Delgadillo por ejemplo- para aplicar una especie de revanchismo a través de poderes que obtendrán colateralmente por designación del centro.
Con el nuevo gobierno federal, en vísperas del comienzo del nuevo gobierno local, las manifestaciones de solidaridad con la exigencia de respeto siguen creciendo. Como dicen en el argot taurino, los seis años seis que ya comienzan, constituirán una fenomenal faena en la que Jalisco está decidido a salir triunfante. Ojalá y que el tiempo, y la cordura claro, distiendan los diferendos y que “refundadores estatales” y “transformadores nacionales”, al menos coincidan en una visión que no puede ser otra que la de beneficiar a los jaliscienses, que la de beneficiar a los mexicanos.
Los seis años que advienen no necesariamente deben ser de confrontaciones