Milenio Jalisco

Enamórate de un narco

- ROBERTO PLIEGO robertopli­ego61@gmail.com

Además de convertir la vida social y política de México en un muladar, el narcotráfi­co ha pervertido la voluntad de muchos jóvenes narradores que apenas son capaces de reproducir los hechos sangriento­s y vulgares que divulgan la prensa y las redes sociales. Se escriben tantas novelas sobre matones, aprendices de caras cortadas y movedores de droga como corridos a la medida del antihéroee­nturno.Elcasoesqu­elaconsign­aciónde la realidad gana cada vez más terreno frente al ejercicio de la imaginació­n. Dónde, pregunto, están las Novelas Definitiva­s del Narco. Ya que no han llegado,sushijosba­stardossig­uenmostrán­doseensoci­edad con impúdica alegría.

Así es el carácter que tiene Vertical (Penguin Random House), del escritor chihuahuen­se Jorge Nores. Como aventuramo­s desde las primeras páginas, en vez de arquitectu­ra verbal encontramo­s un desaseado trabajo de albañilerí­a. La escritura tiene el ritmo y la sintaxis de la declaració­n de un aprendiz de sicario, analfabeto y silvestre, ante el ministerio público (“Seguí moviendo mi cabeza para responder pero esta vez la cara se me descompuso, sentí muchas ganas de llorar y no pude contenerla­s”). Se supone entonces que debemos concentrar­nos solo en el argumento, la coartada unánime de los cultivador­es de la novela del narco. ¿Qué vemos? A un niño de quince años que se prende sexualment­e de un jefecillo de plaza a quien las cosas empiezan a pintarle muy mal. De esta manera, salen a escena una corte de personajes, inevitable­mente bravucones y empistolad­os, incluso venerados por su familia, y, sobre todo, y hasta el cansancio, como si fuera lo único que Nores quiere contar, largas sesiones de consumo de alcohol y cocaína, fajes y acostones, y de nuevo fajes y acostones. Hay que ser un penitente, y estar en verdad de acuerdo con el castigo, para concluir 200 páginas que fingen avanzar en una dirección y en cambio se empeñan en sonar siempre a lo mismo.

La novela del narco adquiere cada vez con más fuerza la apariencia de un indigente vencido por la inanición y el trato servicial con los inhalantes: su aspecto empeora día a día, de su boca sale tan solo una tira de balbuceos y en la maleta que arrastra consigo no hay otra cosa que recortes mugrientos de periódico. Habría que preguntarl­e por el secreto para que siga aún con vida.

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