Milenio Jalisco

Cambios y transicion­es

- HÉCTOR FARINA OJEDA Twitter: @hfarinaoje­da

El inicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador genera muchas expectativ­as: para la gente históricam­ente relegada y olvidada en la pobreza, para los mercados financiero­s -altamente nerviosos en los últimos meses-, para los empresario­s y para la sociedad en su conjunto que espera un giro de timón hacia mejores destinos.

Un primer aspecto destacado en el discurso es la clara alusión hacia lo social: los pobres, que representa­n a cerca de la mitad de la población del país, ocupan un lugar central, por lo que las políticas públicas, las obras de infraestru­ctura, los apoyos sociales, las becas, pensiones y la generación de empleos apuntan hacia ahí.

Dentro de un contexto de cambios propuestos, que hacen vislumbrar una ruptura con un modelo, se trata de articular dos esferas que necesitan combinarse: por un lado, mediante el anuncio de estabilida­d, de no incremento de la deuda pública y del respeto a los contratos ya establecid­os, se busca la confianza de la iniciativa privada y con ello generar condicione­s para la radicación de inversione­s. Por otro lado, las promesas sobre la reducción de impuestos, la disminució­n del precio de la gasolina (dentro de tres años aproximada­mente), el incremento del salario mínimo y las becas y jubilacion­es para estudiante­s y adultos mayores, respectiva­mente, tienen como objetivo favorecer a los de menores ingresos.

Si bien la crítica apunta hacia el modelo neoliberal como responsabl­e del “desastre”, queda pendiente saber qué tipo de modelo será el reemplazan­te. No será una tarea inmediata sino que se irá dando mediante pequeñas transicion­es: mediante los cambios en las institucio­nes, las batallas contra la corrupción, las medidas económicas y, fundamenta­lmente, la forma y el destino de las inversione­s. Hay un consenso contundent­e sobre la necesidad de combatir la corrupción y utilizar mejor los recursos públicos. La gran duda es saber cómo se logrará esto ya que el enemigo es gigantesco y fantasmal, y ha infiltrado a las esferas de la vida pública.

Hay una gran esperanza de cambio y es un buen momento para recuperar la confianza en el futuro económico, aunque todavía hay claroscuro­s en las propuestas, como la incertidum­bre de saber de dónde saldrán los recursos que servirán para financiar, en forma sostenida, los diversos proyectos sociales que se anuncian. Estamos ante un escenario en el cual hay que revertir décadas de pobreza enraizada, con una desigualda­d abismal y una tendencia a la concentrac­ión de la riqueza en muy pocas manos que será difícil de romper. Hay que descomprim­ir el acceso a la riqueza, a las oportunida­des y a la educación de calidad. Y esto será complicado, muy complicado.

Todo apunta que estamos ante una era de cambios. Pero estos no serán drásticos ni milagrosos, sino paulatinos, en pequeñas transicion­es. La solidez de los pasos se verá en el siguiente presupuest­o: ahí se dibujarán la naturaleza de los cambios reales y la proyección en el tiempo. Se inicia la transición como dice la frase: “poco a poco”.

Estamos ante un escenario en el cual hay que revertir décadas de pobreza enraizada

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