Milenio Jalisco

Nueva vieja historia patria

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Suelo escuchar que el presidente López Obrador no sabe historia. Todo lo contrario: sabe mucho, pero lo sabe en clave de historia patria, esa fabulación selectiva que resume procesos largos y contradict­orios de la nación en tres epopeyas simples: la Independen­cia de 1810, la Reforma de 1857, la Revolución de 1910.

No se trata solo de tres momentos que resumen la grandeza de México, sino que tienen una coherencia íntima entre sí: cada momento recoge, amplía y perfeccion­a al anterior.

Entre cima y cima hay tiempos oscuros, tiempos que amenazan la Independen­cia, resisten la Reforma, desvirtúan la Revolución.

Pero las epopeyas triunfan al fin sobre sus acechan tes adversario­s, siempre equivocado­s y contumaces, ciego sala sabiduría y contrario sala voluntad de la nación.

La narrativa de la grandeza progresiva de la historia patria se resuelve por lo general en un elenco dual de héroes y villanos, causas justas y patriotas íntegros que se imponen sobre causas injustas, venturosam­ente derrotadas: el oscurantis­mo, el conservadu­rismo, la reacción.

La narrativa de la grandeza acumulada en el pasado que desemboca en el presentefu­e inventada en el porfiri ato. Fue luego reciclada, ampliada y vuelta libro de texto escolar obligatori­o, en los años 60 del siglo XX, por el gobierno de Adolfo López Mateos (1958-1964).

Todos los países necesitan una historia patria como fuente de orgullo nacional. La fórmula política que subyace al género es que la grandeza del pasado de alguna manera certifica también la grandeza del presente.

La epopeya complement­aria de la Independen­cia y de la Reforma en el siglo XIX, declaraba implícitam­ente la grandeza del porfiriato. La grandeza añadida de la Revolución en siglo X X, certificab­a la legitimida­d de la Revolución hecha gobierno.

Imposible no escuchar esta partitura de la historia progresiva en el discurso del presidente López Obrador y en su promesa del advenimien­to de una cuarta grandeza, resumen y culminació­n de las anteriores.

La partitura funciona porque está inscrita en nosotros con tinta indeleble desde la escuela, pero no es una historia cabal, compleja, matizada, contradict­oria, sino la extensión de una fábula selectiva de nuestra historia.

Nueva vieja historia patria.

La partitura funciona por traerla inscrita con tinta indeleble

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