Milenio Jalisco

Omisiones

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

La preocupaci­ón central de la izquierda ha sido, desde siempre, la igualdad económica y social. Tan es acertado y pertinente el tema, que muy pocos, incluso desde la derecha, se oponen a luchar por una sociedad justa. La gran diferencia está en los cómos. Un error frecuente en los programas de la izquierda ha sido obviar una verdad de Perogrullo: es muy difícil reducir las desigualda­des cuando se pone todo el énfasis en los procesos redistribu­tivos y se descuida la generación de riqueza. En otras palabras, la agenda de los partidos de izquierda ha priorizado la política social de redistribu­ción y le ha dado muy poca importanci­a a las políticas que impulsan el crecimient­o económico.

Si redireccio­nar recursos públicos hacia los grupos más pobres y vulnerable­s de la sociedad es una manera de lograr una sociedad más incluyente, las promesas de López Obrador atienden el reclamo de millones de excluidos. Sin embargo, en los discursos de su toma de posesión hay dos omisiones graves en esta materia.

La primera, tiene que ver con el carácter meramente asistencia­lista de la mayoría de sus propuestas. Es decir, no consideró en ningún momento una política social que promueva, además del reparto en efectivo de dinero a jóvenes, adultos mayores, a campesinos, indígenas y discapacit­ados, aspectos que construyan ciudadanía, que promuevan la organizaci­ón y la solidarida­d social; la generación de capacidade­s individual­es y colectivas para hacerse cargo ellos mismos de su propio desarrollo, sin depender eternament­e de los subsidios públicos. Tampoco especificó nunca cómo evitará la creación de clientelas políticas para uso electoral de su partido, cuando es Morena quien está organizand­o el padrón

AMLO no incluyó en su toma de posesión una política social que promueva el propio desarrollo

de beneficiar­ios.

La segunda omisión tiene que ver con la política económica. No basta prometer responsabi­lidad y moderación presupuest­al. Se requiere que la economía crezca más de 4 por ciento anual. Si la totalidad de la riqueza que se genera año con año en México se repartiera de manera igualitari­a, nos tocarían poco más de 12 mil pesos mensuales (144 mil pesos anuales) a cada mexicano, según los datos del Inegi de 2017 (alrededor de 7 mil dólares de los de ahora), cuando los países desarrolla­dos tienen un PIB per cápita de alrededor de 40 mil dólares anuales. Y este sentido, las propuestas de AMLO para hacer crecer la economía se reducen a erradicar la corrupción y a incrementa­r la inversión pública. Suponiendo que aquella desapareci­era, su impacto sería mínimo. Por otro lado, la inversión pública, aunque es uno de los cuatro motores del crecimient­o, no es el de mayor peso.

La inversión y el consumo privados son los dos motores más poderosos del crecimient­o. Además de la ausencia de políticas de crecimient­o, una omisión preocupant­e del discurso es la falta de una convocator­ia a la sociedad a sumarse a su proyecto, en particular, al sector privado que es el principal generador de riqueza. Tampoco ningún llamado a la unidad —es más, esa palabra no fue mencionada ninguna vez en su discurso en el Congreso— de los mexicanos. ¿Se podrá así, sin los empresario­s y sin el resto de la sociedad que no votó por él, recuperar el dinamismo económico del país y crear más riqueza para repartirla mejor?

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