Milenio Jalisco

Tratar de entender al otro

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Al simpatizan­te típico de Obrador le llaman chairo (ni idea de dónde viene el calificati­vo) y la gente que no comulga con el actual presidente de la República recibe igualmente su buena ración de denuestos. Asómense ustedes a cualquier publicació­n en Facebook o en Twitter, amables lectores, o echen un simple vistazo (yo ya no lo hago nunca) a los comentario­s que se publican debajo de cualquier columna en la edición digital de MILENIO Diario y verán no sólo la sarta de insultos, infamias, improperio­s y palabrotas que los lectores dedican a los articulist­as de opinión sino los desprecios que se recetan entre ellos. El nivel de violencia verbal es punto menos que espantable y, lo peor, muchos mensajes están teñidos de un odio tan oscuro como perturbado­r.

O sea, que los mexicanos estamos profundame­nte divididos entre los partidario­s del líder que propugna un cambio radical en este país y los que hubieran deseado seguir siendo gobernados como hasta ahora, con todas las reservas e insatisfac­ciones que pudieren tener hacia los regímenes del PRIAN.

Esta división, trasmutada ya casi en abierta enemistad, pareciera no admitir el más mínimo intento, ya no digamos de reconcilia­ción, sino de básico entendimie­nto. Unos y otros se cierran a cualquier forma de argumentac­ión y descalific­an, por principio, datos y cifras que no cuadren con su visión fuertement­e ideologiza­da de la realidad nacional.

Debo decir, en tanto que constato el progresivo advenimien­to de demagogos populistas en el escenario político de nuestros tiempos, que me resulta muy inquietant­e la amenaza que representa­n para un orden establecid­o que se fundamenta, a pesar de todos los pesares, en unos valores supremamen­te preciados —y preciosos—, a saber, los de la democracia liberal. Pero, al mismo tiempo, y tratando de entender a quienes rechazan frontalmen­te al actual “sistema” y eligen en consecuenc­ia al posible gran transforma­r —llámese Trump, Bolsonaro, Obrador o Chávez— me digo que algo no anda bien, después de todo, como para que la gente quiera que ocurra un vuelco total en el tema de llevar la cosa pública. Esas voces, las de los inconforme­s, deben también ser escuchadas. Al final, eso sí, sabremos quien tendrá la razón.

Estamos divididos entre el cambio y el continuism­o del PRIAN

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