El que nada debe… y “me escurrí, me escurrí”
Sí, el que nada debe nada teme, pero ningún adagio resiste la prueba de la estupidez. La persona que vive ordenadamente y conforme a la ley no debe temer ser llevada ante la justicia. Ese es el significado de la frase. El problema surge cuando por ignorancia supina y narcisismo se confunden TEMOR y MIEDO, porque el proverbio deja de tener sentido. Lo explico: temor es el recelo por un daño posible, es la conciencia de un riesgo, mientras que el miedo es la perturbación angustiosa del ánimo. El temor nace de la inteligencia, el miedo es producto de la cobardía.
Cuando el adagio se escucha en voz del megalómano que se siente “transfigurado”, “mesiánico”, “redentor” de su pueblo, en pocas palabras: la divina envuelta en huevo, es explicable que confunda estos y otros conceptos básicos del lenguaje, que diga barrabasadas y, peor aún, que trate de sustentar su seguridad personal con la frasecita muchas veces escuchada a Cantinflas: a mí me cuida el pueblo. En el cómico, entendible; en un Jefe de Estado, no.
Si México tiene aproximadamente 130 millones de habitantes y de ellos 30 millones votaron por él, es de suponerse que el resto no necesariamente le es afín y que no pocos lo tenemos por adversario. Además, interpretando sus palabras, si los “neoliberales” somos perversos, resulta suicida —o mentira de Tartufo— confiar su custodia al “pueblo bueno” y a 20 improvisados.
Puesto que las estadísticas demuestran que en el país hay millones de delincuentes —entre ellos peligrosos asesinos— y se sabe que el “pueblo bueno” tiene muchas actividades que le impiden cuidar eficazmente a su divinidad, es imprescindible considerar que muchos magnicidios no se han perpetrado contra malvados, ni fueron ejecutados por enemigos externos, sino por habitantes de la propia casa. Francisco Villa prevenía a sus soldados recordándoles que las balas más peligrosas vienen de atrás y pegan por la espalda.
Adicionalmente, se acumulan casos concretos que lo obligan a quitarse de pamplinas y simulaciones. Él, su familia y el mayor número de funcionarios deben contar con seguridad profesional, no con “franeleros” ni con “viene-viene”.
Ya vimos al ciclista o la ciclista —no se apreció con claridad— que se le aproximó en su recorrido al Congreso el día que protestó. También a la valiente y muy robusta luchadora social —con un lucidor vestido rosa mexicano y enorme ramillete de flores en la frente— que, sin ser periodista, lo atajó en un instante dentro de una rueda de prensa. Le dijo después a Azucena Uresti: “me escurrí, me escurrí”. Así de sencillo.
Si yo fuera asesor del mandatario le daría tres argumentos:
1. usted “ya no se pertenece, le pertenece al pueblo”, hágalo por él;
2. andan sueltos muchos “neoliberales”, cuídese;
3. no permita que llegue otro peor. Maduro rebasó a Chávez.