Soliloquio: medios y poder
Los astros se alinean para una comunicación en la comunicación políticagubernamental única. En las manos de los grupos del poder público, como también sucede con cualquier ciudadano, tienen la capacidad de producir, distribuir e incluso tener control con el consumo de contenidos para moldear audiencias, gobernados; para construir narrativas que legitimen desde una sola voz, una sola mirada, una sola explicación. Frente a ellos, medios convencionales como prensa, radio y televisión que se mueven en la lógica del mercado, y uno que otro independiente con intereses.
Todo grupo en el poder busca, connaturalmente, tener el control de fuentes de información y procesos de comunicación: qué se dice, cuándo, a quién, cómo, dónde, e incluso ese por qué, con el que le da un sentido a la historia (contenido y contexto) que se comunica.
En la historia de la comunicación hay evidencias del avance y desarrollo de la democracia con medios libres; cuando medios y periodistas son lectura diferente a la voz única del grupo gobernante; cuando develan (descubren, quitan el velo) y revelan (manifiestan lo ignorado o secreto) aquello que no quieren que se sepa. En contra partida, a mayor control de medios y su contenido, hay uniformidad de audiencias, de ciudadanos; y las consecuencias han sido funestas. ¿Y si la comunicación se híper personaliza? El efecto se triplica.
Un caso cercano, ejemplar. El gobierno de Donald Trump desarrolla un estilo (política) de comunicación híper personalizada (a través de cuentas de redes sociodigitales personales); es él, más que el Gobierno de Estados Unidos), y de manera simultánea desprecia, desacredita, ataca a medios de comunicación de origen convencional (o sea, no nativos digitales) que no sean su voz ampliada.
Un grupo en el poder, un gobierno, tiene derecho a legitimarse, y para ello la comunicación es fundamental; sin embargo, esto no puede ser por la vía de la anulación de quien piensa y se expresa de manera diferente, libre.
Un grupo en el poder, un gobierno, tiene necesidad legítima de construir y desarrollar su agenda mediática; sin embargo, esto no debe llevar a imponerla, ya sea directa y burda, dosificando el acceso a las fuentes de información, controlando los mecanismos de acceso a ella bajo los ritmos y recursos que sólo ellos determinen.
Por su parte, los medios requieren tener clara su línea fronteriza ante el poder público, o de lo contrario quedarán subsumidos en una agenda que no es la propia y el poder dejará de ser observado; la libertad anulada, y la sociedad traicionada, por principio, en uno de sus derechos fundamentales: el derecho a la información.
Los medios requieren tener clara su línea fronteriza ante el poder público