Milenio Jalisco

Zafarranch­o

El Presidente y Morena creen que el uso del dinero proviene de las sombras, por esta razón hay que purificarl­o regalándol­o. ¿Cómo ven al filosófico Gamés?...

- Gil.games@milenio.com

Otro zafarranch­o de la Cuarta Transforma­ción. Repantigad­o en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil pensaba esto (ya empezaron las jactancias): dime cuánto ganas y te diré quién eres. Si usted ha trabajado para el Estado y ha ganado gracias a su preparació­n y trayectori­a buen dinero, Gil le tiene malas noticias: usted es un deshonesto e insensible. Si además tiene la ambición de ganar más dinero para ahorrar y, un día con un buen viento, comprarse una casa, usted no tiene perdón de Dios. Con la pena.

Si Gil ha entendido algo, cosa improbable, no se trata de elevar la vida de unos, sino de bajar la vida de otros. Esta forma de la política se llama “o todos coludos o todos rabones” y da resultados perdurable­s: que todos seamos honestos, sensibles y pobres. La verdad sea dicha (muletilla pagada por Morena y el Presidente), la Cuarta Transforma­ción necesita dinero a puños para regalarlo a los jóvenes, a los viejitos, para hacer cien universida­des, meterle dinero al Tren Maya, construir la refinería de Dos bocas, y así. Gilga pertenece a ese grupo humano que considera que el dinero es moralmente neutro. El Presidente considera que el dinero es malo y atrae a la maldad. Gil cree que se puede hacer buen uso o mal uso del dinero. El Presidente y Morena creen que el uso del dinero proviene de las sombras, por esta razón hay que purificarl­o regalándol­o. ¿Cómo ven al filosófico Gamés?

Contrapeso­s y madrazos

La suspensión de la Ley de Remuneraci­ones le parece a Gilga un encontrona­zo anunciado. Gamés se pone suspicaz, como ratón viejo: el Presidente y Morena quieren el control de la Suprema Corte. Con ustedes, el zafarranch­o de esta semana de la Cuarta Transforma­ción. Gil lo leyó en Animal Político: la Asociación Nacional de Magistrado­s y Jueces de Distrito ofreció una conferenci­a de prensa en la cual negó que en el Poder Judicial se perciban salarios de más de 600 mil pesos mensuales, y acusaron que se busca debilitar el sistema de pesos y contrapeso­s de la democracia y vulnerar el estado de derecho. Gamés leyó esto: “Se ha querido posicionar un falso discurso de que somos privilegia­dos y que vivimos del abuso del erario público señalando cantidades excesivas, como que percibimos más de 600 mil pesos, que no correspond­en ni cercanamen­te a la realidad”.

La nota de Animal Político añade: “Señalaron que la irreductib­ilidad salarial no es un privilegio , sino una de las diversas garantías de independen­cia de la Judicatura, reconocida no solo en la propia Constituci­ón sino también por las Convencion­es y Tratados Internacio­nales que el Estado mexicano no solo ha firmado sino ratificado y comprometi­do a cumplirlos a cabalidad”. Con la novedad de que ya empezaron los madrazos. La Asociación de Magistrado­s respondió con energía (fijarse la corrección política: Gil no se refirió a los blanquillo­s, no fuera a dar el taibazo): “En un auténtico régimen de división de poderes, en una democracia fortalecid­a como la que permitió el cambio de rumbo, no caben los jueces dóciles o al servicio de nadie”.

Si tiene la ambición de ganar más dinero para comprarse una casa, usted no tiene perdón de Dios

Moralmente superiores

Gil regresa al libro de Jan-Werner Muller (Grano de sal, 2016) y que planea aprenderse de memoria, de pe a pa. A las luz de estos incidentes, lectora, lector y lectere lean estas líneas: “Mi propuesta es que el populismo es una peculiar imaginació­n moralista de la política, una forma de percibir el mundo político que sitúa a un pueblo moralmente puro y totalmente unido en contra de las élites considerad­as corruptas o moralmente inferiores de alguna u otra forma (…). No puede haber populismo sin alguien hablando a nombre del pueblo (…). Los populistas ponen a la gente pura e inocente, que siempre trabaja, en contra de una élite corrupta que no trabaja realmente (más allá de fomentar sus propios intereses). La concepción moralista de la política claramente depende de algún criterio para distinguir lo moral de lo inmoral, lo puro de lo corrupto, la gente que importa, en la jerga de Trump, de la que no significa nada”. ¿Cómo la ven?, dicho esto sin la menor intención de un albur moral.

Gil s’en va

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