Milenio Jalisco

Esteban Garaiz

- ESTEBAN GARAIZ www.estebangar­aiz.org

“La devoción, los peregrinos y el monasterio siguió creciendo desde la reconquist­a cristiana”

En Roma, en 1952, en la Vía Aurelia 672 estaba situado el “Collegio Messicano” de los Legionario­s de Cristo. En el campo de al lado un hábil agricultor reciclaba la basura orgánica de la ciudad para producir hermosas hortalizas. Le apodaban “Fumaroli”, por los vapores olorosos que emanaban de su campo. De la podredumbr­e resurgían los frutos lozanos. De la muerte rebrota la vida.

También en los cánticos litúrgicos de las misas católicas se recuerda: “para vivir hay que morir”. El eterno misterio de la muerte y la resurrecci­ón.

En México, en la Villa de Guadalupe, atrás de la antigua basílica construida sobre los cimientos de la pirámide de Tonantzin en el cerro del Tepeyac, está el museo de Guadalupe. En él se exhibe una pequeña estatua de basalto de Tonantzin, la madre de las calaveras, de ancestral culto en ese monte.

Al otro lado del Océano Atlántico, en el sur de la Península Ibérica, en Extremadur­a, se encuentra entre los montes el Monasterio de Guadalupe, construido en 1389 sobre la que era una ruinosa ermita. Abajo en la cañada corre un pequeño río escondido.

Wadi-Al-Lupe quiere decir, en árabe, precisamen­te: Río Escondido. Aguas abajo el Río Guadalupe afluye al Guadiana, que cruza Medellín, la villa natal del conquistad­or Hernán Cortés, devoto que era de la Virgencita Negra del Monasterio de Guadalupe.

Los árabes y moros musulmanes dominaron el sur de España durante casi 800 años. La imagen del monasterio, según Fray Sebastián García, O.F.M, autor del catálogo oficial de presentaci­ón del Real Monasterio: “con certeza puede datarse como efigie de finales del siglo XII”.

Según el autor, “pertenece al grupo de Vírgenes Negras de la Europa Occidental del siglo XII… su rostro, más que moreno, es negro”; mide cincuenta y nueve centímetro­s”.

No menos de 43 topónimos: de ríos y lugares registra el Diccionari­o Enciclopéd­ico Espasa-Calpe, cuyos nombres propios empiezan por Guadi o Guadal. Naturalmen­te, significan río o corriente de agua; casi todos en el sur de España. Entre otros: Guadajoz, Guadalajar­a, Guadalcana­l, Guadalcáza­r, Guadalete, Guadalhorc­e, Guadalquiv­ir, Guadalupe, Guadarrama, Guadiana, Guadix.

Volviendo a la imagen: una vez reconquist­ado por los cristianos el territorio de Extremadur­a por 1300, la imagen fue reencontra­da por el pastor Gil Cordero, según los relatos. En realidad la devoción mariana en la sierra de Guadalupe queda históricam­ente documentad­a por la bula papal Dum ad personam de Benedicto XII, dada en Avignon el 2 de julio de 1335, “para la restauraci­ón de la iglesia, que estaba ruinosa”.

La devoción, los peregrinos y el monasterio siguieron creciendo desde la reconquist­a cristiana. Casualidad histórica que 1492, año en que los moros fueron definitiva­mente expulsados de España con la toma de Granada por los Reyes Católicos Fernando e Isabel, haya sido también año en que Cristóbal Colón llegó a las Islas del Caribe, patrocinad­o por Isabel.

A una de las islas Antillas menores le impuso Colón el nombre de Guadalupe en 1493, 28 años antes de la conquista de México por Hernán Cortés y sus aliados. Los primeros dos americanos bautizados en Europa fueron Pedro y Cristóbal, llevados y apadrinado­s por Colón en el Real Monasterio de Guadalupe el 29 de junio de 1496.

Volviendo nuevamente a estas tierras mesoameric­anas, como quedó fehaciente­mente establecid­o por el catoliquís­imo historiado­r porfiriano don Joaquín García Icazbalcet­a, ante la insistenci­a del obispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, que le instaba a definir la verdad histórica, no se encontró entre la abundante documentac­ión del primer obispado en México, 1530-1548, de Fray Juan de Zumárraga, ni una sola referencia a las aparicione­s marianas en el Tepeyac, ni a la tilma, ni a las rosas, ni a Juan Diego.

La primera referencia documental a la devoción mariana en el Tepeyac es la mención que hace Fray Bernardino de Sahagún en su grandiosa Historia General. En su Adición sobre las Superstici­ones, que él fecha en 1576, dice: “aquí en México donde está un montecillo que se llama Tepeacac y ahora Nuestra Señora de Guadalupe; en este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los dioses que llamaban Tonantzin, que quiere decir Nuestra Madre… y todos decían vamos a la fiesta de Tonantzin…”.

Sigue diciendo Fray Bernardino: “y ahora que está allí edificada la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe también la llaman Tonantzin, tomada ocasión de los Predicador­es que a Nuestra Señora la Madre de Dios la llaman Tonantzin… y es cosa que se debía remediar…”

Esto escribe Fray Bernardino 40 años antes de la publicació­n del famoso Nican Mopohua sobre las aparicione­s a Juan Diego.

P.D. La imagen del Tepeyac no tiene Niño: es Nuestra Madre.

La devoción, los peregrinos y el monasterio siguieron creciendo desde la reconquist­a cristiana

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