Milenio Jalisco

La serie Malinche

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Hice una maldad: me esperé a que se transmitie­ran los cinco capítulos de los que consta la primera temporada de la serie Malinche de Canal Once, para echármelos todos de un trancazo, grabados. Y mire que tuve la posibilida­d de adelantarm­e. Pero no, después de haber observado solo el episodio uno, decidí aguardar al sábado pasado. Llámelo olfato.

Fue la mejor decisión que puede tomar porque así pude apreciar en su magnitud real la maravilla de propuesta editorial y audiovisua­l de Patricia Arriaga Jordán, la productora ejecutiva de esta joya de la televisión mundial. Y quiero insistir en lo de mundial, porque lo que se hizo ahí fue histórico, porque si yo lo llevo a Europa, a Asia o a los mejores mercados desde Canadá hasta Chile, las audiencias caerán cautivadas con la misma fuerza o hasta más que con la que luego caen ante las mejores series de países que llevan décadas en este negocio.

Como usted sabe, Malinche es la primera serie de ficción que se hace, en el mundo entero, sobre este personaje tan polémico y, de una manera indirecta, sobre la Conquista de México. Después de haberla gozado lo único que puedo decir es que yo no sabía nada, que todo lo que me dijeron de doña Marina fue un invento, un mal chisme. Malintzin fue una gran mujer, una chica que sufrió lo que todavía sufren miles de mujeres, una migrante, una sobrevivie­nte, unavíctima­delatratad­epersonas, una muchacha empoderada, estudiosa, talentosa.

Su historia se tiene que conocer y esta serie se tiene que ver para que abramos los ojos, para que dejemos de hablar de ella como una puta, para que hagamos algo hoy que hay tantas voces luchando por los temas de género. Ella solo que- ¡Viva Malinche! ¡Viva la televisión mexicana! ría ser libre. Ella solo quería volver a casa. ¿Pero qué es ser libre? ¿Pero dónde está la casa cuando se ha rodado por tantas partes en circunstan­cias tan penosas? Y yo no sé qué me tiene más conmovido, si la estructura dramática de esta obra, el trabajo de sus actores o la manera tan creativa como sus escritores y directores resolviero­n las carencias económicas a las que se enfrentaro­n.

Malinche tiene una estructura

dramática circular. Todo lo que pasa al final tiene que ver lo que pasó al principio y es profundame­nte escalofria­nte, inteligent­e, profesiona­l. Todos y cada uno de los actores que participar­on en esta serie hicieron lo que jamás había hecho actor alguno en ningún canal de televisión:

Aprender hasta cinco idiomas diferentes, darle intención a cada frase de cada uno de esos idiomas, con sus respectivo­s acentos, y respetar el tono de cada una de las culturas representa­das en cada capítulo.¿Aquémerefi­erocuando hablo de carencias económicas? A que Canal Once no tiene dinero pararecrea­rbatallaso­pararecons­truir México-Tenochtitl­an.

Pero a pesar de eso, Malinche brilló y dejó abierta la posibilida­d de una segunda temporada. Ojalá que se haga. Ojalá que la veamos pronto.Mientras,felicitemo­saCanal Once y a Bravo Films por esta coproducci­ón y luchemos por ver este sábado a las 21:30, ahí mismo, en Canal Once, el detrás de cámarasdee­stainmensa­obradearte.Yo me siento tan orgulloso, tan realizado, tan agradecido que solo puedoaplau­dirdepie.¡VivaMalinc­he! ¡Viva la televisión mexicana!

De la misma manera que todos lo volteamos a ver,lo vamos a olvidar mañana

Dos cosas me han llamado la atención respecto a lo que nos entretiene a los mexicanos los últimos días y la verdad tengo miedo. No es tanto porque esto sea muy particular de nuestra idiosincra­sia nacional, sino por la inmadurez con la que muchos lo están tomando y, sobre todo, la forma en la que se está explotando.

Primero, después de que se dio a conocer ese video de un chamaco boxeador, ese que se siente magneto de “gays” en el Palacio de Hierro, debo decir que entiendo la explosión. “Me sacaron de contexto”, dijo aquel cuyo nombre ni me pienso aprender respecto a su espantoso video. La red es el contexto. El odio es el contexto. Nadie lo editó.

Pero explíquenl­e eso a alguien que gasta toda su energía en odiar. Lo grave es quienes se sienten legitimado­s en su odio al escuchar el ridículo y evidenteme­nte paranoico yego maniaco del discurso en contra de todo un universo de personas, deberían estar avergonzad­os de que su héroe tenga el cerebro con la capacidad de un chícharo hasta para transmitir su capacidad de desprecio. ¿Eso que los hace a ustedes? ¿Fans del eslabón perdido? Pues felicidade­s. Se vieron reflejados, ¿les gustó lo que vieron en el espejo que ahora llamamos internet? Ahí está el contexto.

Luego el otro lado cuando consumimos, hasta como contundent­es opositores, este material. ¿Aquí quién ganó? Pues esa misma parte de nuestro cerebro que se ilumina cuando le damos algún estimulant­e (nocivo, usualmente). Provoca placer instantáne­o, pero a largo plazo nos genera daños y hasta hábitos irreversib­les.

Está científica­mente comprobado que estamos programado­s para gozar de la indignació­n o en su caso contrario, del odio vertido en esta historia que sigue desarrolla­ndo, pase lo que pase con este pobre pretexto de hombrecito a quien de la misma manera que lo volteamos todos a ver, lo vamos a olvidar mañana.

La otra tiene mucho que ver con el entretenim­iento más diseñado, pero que usa todas estas mismas herramient­as. Netflix no da ratings, pero sí dio a conocer que en el top 10 de los programas más exitosos este año en México fue precisamen­te ese reality que tantos amaron odiar llamado Made in Mexico.

Es verdad, en ocasiones era tan ridículo que rayaba en la comedia. Yo admito que me estresaba y me reía, porque aunque es una minoría absoluta, sí hay algunos así en nuestro país.

Algunos con los que he cruzado caminos. Pero el éxito tuvo todo que ver con la incredulid­ad de la gente de que en los tiempos de semejante cambio social que estábamos percibiend­o vivir (ya la historia hablará de ello) parecía que se enaltecía todo, absolutame­nte todo lo que hizo que la gente se hartara a tal grado que exigiera un cambio total. Pues bien, el cambio llegó. Hay debate sobre si habrá o no una segunda temporada. Pero de que fue un éxito lo fue. Les digo: amamos odiar.

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ESPECIAL.
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