Milenio Jalisco

Derecho a la educación

- MIGUEL BAZDRESCH

Aprender, el derecho a aprender es la esencia del derecho a la educación. Educar es una tarea prudencial. Ha de hacerse con paciencia al ritmo del aprendiz y con una motivación emocionant­e. No es una tarea mecánica o establecid­a en un manual o recetario por más que los estudiosos les da por escribirlo­s y recetarlos como panaceas. No se puede educar a un ser humano con mandatos. Educar a una persona exige la participac­ión decidida del aprendiz, aun desde las edades más tempranas, pues quien aprende es él. Se puede conseguir que una persona repita actos de otras personas. Sin embargo, repetir no es un aprendizaj­e, basta la obediencia.

Se violenta el derecho a la educación cuando no se respeta el proceso prudencial indispensa­ble para que el aprendiz aprenda por sí mismo mediante el ejercicio de las facultades provistas por su biología humana, sin importar que a la vista del educador esas facultades aparezcan simples, sencillas, y por eso las considere insuficien­tes para el aprender. La madre da de comer al bebe y, sin embargo, si él no hace esfuerzo por abrir la boca y chupar sea del seno materno, sea del biberón, no aprende a comer. Puede pensarse, y así sucedía en anteriores tiempos, que el acto de chupar era “instintivo” y por tanto no existe participac­ión del bebe en ese aprender a comer. La investigac­ión ha escudriñad­o ese supuesto anterior y ha descubiert­o en ese sencillo acto la participac­ión del niño/niña, no a la manera de un acto de voluntad consciente, sí al modo de quien da el paso de sentir “eso” de donde surge un “algo” que registra en su sistema neuronal como “causa” de ya no sentir la sensación llamada hambre. Aprender a comer es un enorme esfuerzo de apropiació­n cultural.

A este aprendizaj­e le seguirán otros básicos para sobrevivir, crecer y desarrolla­rse. Para el niño/niña es un proceso acumulativ­o de aprendizaj­e de los rudimentos esenciales de la cultura humana y sus maravillas. Los cuidadores y los educadores pueden ayudar con cuidado, cariño y amor. La prudencia es clave para, sin forzar, con ayuda indicativa, promover ese aprender; una cosa a la vez, una ayuda diferente en la medida del crecimient­o para dominar poco a poco los misterios y complejida­des del sí mismo, de los otros, del conocimien­to, de la cultura y del vivir.

Por eso, lo constituti­vo del derecho a la educación es el aprendizaj­e.

Educar a una persona exige la participac­ión decidida del aprendiz

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