Milenio Jalisco

La seguridad de AMLO

- JAVIER HURTADO

Recienteme­nte, en Salamanca, Guanajuato, el 31 del mes pasado; y en Tijuana, Baja California, el jueves 7 del presente, han aparecido mantas con amenazas al Presidente Andrés Manuel López Obrador. Ante eso ha respondido: “el que lucha por la justicia no tiene nada que temer”, y que no por las amenazas se va a detener. Sin embargo, reconoció: “tengo miedo, como todos los seres humanos, pero no soy cobarde”. Dice que su mejor escudo es la gente que lo acompaña, aunque a veces lo “apachurren”.

No deja de resultar paradójico que el mandatario con el más alto nivel de aprobación en la Historia de México (superior al 80 por ciento), sea objeto de intimidaci­ones. Lo que quiere decir que algunos de los que no aprueban su estilo de gobernar - aunque sean pocossegur­amente son los que le lanzan las bravatas. Para que ocurra un magnicidio basta un solo individuo, las condicione­s adecuadas para realizarlo; y que los intereses afectados actúen en consecuenc­ia.

Decir que “los que luchan por la justicia no tienen nada que temer”, además de temerario, resulta falso puesto que la historia registra que esos luchadores son los que han sido asesinados: Zapata en 1919; Gandhi, en 1948; El Che Guevara en 1967; Martin Luther King en 1968; y más recienteme­nte, Colosio, en 1994. Los intereses que está afectando el Presidente de México, son de la misma magnitud, o mayores que los que en su momento menoscabar­on, o buscaron hacerlo quienes han sido víctimas de magnicidio­s.

Un atentado contra AMLO dañaría inconmensu­rablemente la estabilida­d económica, política y social del país entero. AMLO debe entenderlo, y no por caprichos personales trasladars­e y andar en lugares públicos como cualquier hijo de vecino. Si está cumpliendo una responsabi­lidad oficial, debe someterse a las reglas que aplican para todos los que ocupan la jefatura del Estado, en México y en cualquier país del mundo. Debe adaptarse a las reglas de la institució­n, no la institució­n someterse a sus caprichos personales. No puede actuar con rebeldía en esto, y al mismo tiempo decir que “ya no se pertenece”.

¿Cómo es posible que quien insiste con denuedo que sean los militares los que se encarguen de la seguridad de todos los mexicanos, no acepte esa protección para sí mismo? El buen juez por su casa empieza. Y si no, ¿Por qué no hace una consulta popular para preguntarn­os si estamos de acuerdo en que nuestro Presidente no tenga protección profesiona­l?

Está bien que no se reedite la prepotenci­a

mexicanos._ y excesos del Estado Mayor Presidenci­al, pero bien puede reclutar de ese cuerpo profesiona­l al menos 20 elementos que le brinden protección, que es una protección al país entero y para todos los

Debe adaptarse a las reglas de la institució­n, no la institució­n someterse a caprichos

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