Azul arropado
Son de los servidores públicos con una de las peores reputaciones; siempre que un particular tiene un problema con ellos, resulta que ellos eran “el” problema y no el civil, y más aún: cuando detienen a un delincuente y éste los acusa ¡le creemos más al arrestado que al uniformado!
Son también de los servidores públicos que tienen las peores percepciones
si consideramos el alto riesgo que corren por el solo hecho de salir a la calle con el uniforme y las insignias de Policía.
Pese a que son quienes arriesgan la vida por protegernos a todos nosotros, en los últimos días hemos visto cómo son ahora ellos el blanco de la delincuencia. Es larga la lista de gendarmes y mandos que han sido atacados al salir de sus hogares o al regresar de cumplir su turno, quienes son sorprendidos por sicarios que le apuestan al miedo y a la descomposición social para no ser denunciados, para no ser señalados y seguir en la impunidad.
Independientemente de las medidas de seguridad que puedan -o debantomar los altos mandos de las corporaciones para evitar más ataques a sus elementos, a la sociedad nos corresponde arroparlos en el más amplio sentido de la palabra.
Primeramente, se debe exigir que los policías que cumplen con su trabajo cuenten no solo con un ingreso digno sino suficiente; que reciban la capacitación debida, que dispongan de buenos vehículos y equipamiento propio de su profesión y, sobre todo, que tengan certeza de que cuentan con un sistema de seguridad social que les responderá si ellos quedan con alguna lesión de por vida o que sus deudos, en caso de fallecimiento, contarán con lo suficiente para seguir una vida normal. Como sociedad podemos empezar por arroparlos siendo los vecinos que advertimos y reportamos movimientos extraños en calles y esquinas cercanas, ser quienes hacemos presencia en la vía pública para no dejar el campo libre para que sigan matando a los nuestros.
Se debe exigir que los policías que cumplen con su trabajo cuenten no solo con un ingreso digno sino suficiente