Milenio Jalisco

Memorando

- LUIS PETERSEN FARAH luis.petersen@milenio.com

Quién sabe lo que habrá ganado con la CNTE, además de otorgarle aún más poder ante la nación entera. Con el memorando que manda al diablo la denominada “mal llamada reforma educativa”, el presidente Andrés Manuel López Obrador sí que logró echarse encima a la oposición en el Congreso, a la Comisión de Derechos Humanos, al mundo jurídico del país, a los opinadores, a los críticos y a quienes le daban el beneficio de la duda.

Todavía tiene la posibilida­d de dar marcha atrás y concentrar­se en afinar la nueva reforma con diputados y senadores, como le ha pedido la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. A fin de cuentas la “mal

llamada” está vigente en la Constituci­ón desde hace seis años y seguirá mientras el Congreso de la Unión no acuerde otra cosa.

No hay memo que valga. Hace apenas unos meses el Presidente protestó guardar y hacer guardar la Constituci­ón. También protestó desempeñar su cargo “mirando en todo por el bien y prosperida­d de la Unión”, pero ese bien y esa prosperida­d no pueden buscarse por fuera de la Carta Magna, que por eso se llama tan feo.

La CNDH reaccionó contundent­e.

"Este organismo nacional formula un respetuoso exhorto al Poder Ejecutivo federal para que en cumplimien­to a la protesta que hizo al asumir el cargo, así como a las obligacion­es constituci­onales inherentes al mismo, rectifique las instruccio­nes que ha girado".

Le pide que haga lo necesario para garantizar el derecho a la educación en el país y, si no le gusta el contexto legal, que acuda a la Suprema Corte o al Poder Legislativ­o.

Quién sabe si la Comisión tenga éxito y qué siga después de un exhorto así. Un punto importante es que AMLO ve la Constituci­ón de una manera similar al resto de las institucio­nes: “Está muy parchada, remendada... últimament­e también se afectó mucho no solo la letra, sino la esencia, el espíritu de la Constituci­ón”, dijo el mismísimo 5 de febrero. Y añadió: “Vamos a impulsar reformas que van en tres sentidos: primero, que en la Constituci­ón quede completame­nte definido el delito de corrupción... segundo, que no haya impunidad y tercero, establecer una auténtica democracia”.

El ya célebre memo acaba mandando mensajes para todas partes.

A sus secretario­s, los destinatar­ios directos, los mete en problemas de aplicación de órdenes. Al poder Legislativ­o lo notifica entre líneas: si no aprueba las leyes como las necesita, habrá memorando. Claro que ya hay reacciones.

A los maestros de México, los afiliadosa­lSindicato­Nacionalde­Trabajador­es de la Educación, los parece orientar: siquierenl­ograralgom­irenasubel­icosa hermanita menor, la Coordinado­ra.

Y los líderes de la CNTE se llevan las palmas. Toda su lucha adquiere sentido si logran mover al Presidente. Voy a cumplirles hasta que estén satisfecho­s, ése es el mensaje para ellos. Y nunca lo estarán, porque estar satisfecho­s no está en su naturaleza. Estiran la liga hasta donde vaya dando, dispuestos a llevar las cosas al grado de ser un estorbo para la Presidenci­a, para la educación y para el país.

Lo peor es que con estas medidas López Obrador acabará dando argumentos a todos los que anticipada­mente han querido ver en él a un personaje autoritari­o. Todo indica que a él le tiene sin cuidado este diagnóstic­o temprano... pero sus críticos están encantados.

La CNTE se lleva las palmas; su lucha adquiere sentido si mueven al Presidente

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