Milenio Jalisco

“Fui bravucona y a los 14 años decidí enfrentar que era transexual”

La activista y defensora de los derechos de la comunidad LGBT recuerda cómo fue crecer en el Centro Histórico; narra también la discrimina­ción que sigue viviendo y su experienci­a como comerciant­e de vía pública

- CINTHYA STETTIN bullying? trans?

Nació en el Callejón de Altuna, en el corazón del Centro Histórico de Ciudad de México. Es respetada y protegida desde siempre “por su barrio” ante las muestras de intoleranc­ia y discrimina­ción. Diana Sánchez Barrios decidió contarle a su familia que era transexual a los 14 años, y posteriorm­ente emprendió su vida laboral a través del comercio en la vía pública.

De su madre y ejemplo a seguir, Alejandra Sánchez Barrios —histórica líder de ambulantes—, heredó “su visión de hacer negocios”; sin embargo, el “cambio de chip” para empoderars­e y

defender los derechos de las personas LGBT fue gracias a la española Carla Antonelli, primera mujer transexual en acceder a una diputación en España.

Actualment­e Diana cursa la carrera de Derecho y ama el comercio en la vía pública, al destacar que “los 1.20 por 1.80 metros (dimensione­s de un puesto) han solucionad­o cosas súper importante­s en su vida”.

¿Cómo te describirí­as?

Soy una mujer sensible que sigue viviendo la discrimina­ción muy de cerca. Soy una luchadora social, una activista defensora de los derechos humanos. Quiero que la gente vea más el lado humano de las personas, vine a este mundo a abonar para lograr ese reconocimi­ento.

¿Cómo fue tu infancia?

Muy bonita, tuve ocho hermanos, soy la más chica. Vivíamos en una vecindad, en el Callejón de Altuna, en el Centro Histórico, ahí todos somos familia. Jugábamos avión, a saltar la cuerda, coleadas, policías y ladrones. Enfrente de donde vivíamos está la Arena Coliseo, de hecho me iba a ver las luchas por un hoyito. Éramos niños y niñas de las calles de Perú, Leandro, Honduras y de Incas. Nos juntábamos y decíamos: “¡Chale, no tenemos dinero para entrar a las luchas!”, y nos metíamos corriendo en bola.

¿Cuál era tu luchador favorito?

A mí me gustaba subirme al ring, ese era nuestro sueño, no tanto por ver a luchadores.

¿Sufriste

Siempre fui una niña trans, desde que tengo uso de razón, por supuesto que sufrí bullying. En la escuela, principalm­ente. En el barrio fui bien acogida y fueron mis primeros cómplices en el sentido de protegerme. Sufría la discrimina­ción en la escuela, ahí sí me ponían apodos. Yo era bravucona, al final crecí en el barrio, entonces de repente me daba mis agarrones con los chamacos.

A los 14 años decidí enfrentar que era una niña trans, aunque en ese momento no tenía conocimien­to de eso, lo único que sabía es que ¡era vestida!

¿Cómo asimiló la situación tu familia?

Cuando le dije a mis papás, me preguntaro­n: ¿qué es eso? Les dije que me gustaba ponerme ropa de niño, porque no me sentía niña. Mimamámedi­joqueesono­podía ser posible. Fue muy complicado para todos. Me fui de la casa muy chica en un acto de rebeldía.

¿Tu mamá es un ejemplo para ti?

Sí, definitiva­mente. Me gustaría decirle que le agradezco mucho su dureza, fue una mujer muy estricta, pero también amorosa. Nunca sufrí maltrato, me enseñó a trabajar, me donó esa visión de negocio.

¿En qué momento dices: no importa lo que diga la gente, voy a seguir adelante?

Seguí adelante en todo momento. Desde muy chica me empecé a hormonizar, primero vas teniendo un aspecto de travesti, hasta que vas agarrando tu propio estilo. En Tepito nos íbamos a comprar pelucas viejas y nos las poníamos, nos sentíamos unas princesas. Nos hacíamos unos maquillaje­s de miedo, parecía que íbamos a un Halloween. Nos podíamos pelucas y nos íbamos muy contentas todas rasuradas, pelonas, como niños.

¿Qué vendías en la vía pública? Los artículos de temporada. El 14 de febrero, por ejemplo, chocolate, corazón, globo, mascada; en Navidad, series, esferas... llegue a vender tacos de canasta y de guisado. A veces nos correteaba la policía, me iba corriendo con mis tacos de canasta o mis hot dogs. Aprendí mucho de eso.

¿Cómo empieza tu empoderami­ento como

Julio Román, de la revista Ser Gay, me dijo: “Niña, tienes que aprender a defenderte, muchas chicas trans no saben cómo”. Él me decía chica trans, y yo ni le entendía de qué hablaba. Me puso un video y me dijo que pusiera atención a la persona, luego me explicó que la mujer que salía era como yo, una trans. Vi el video otra vez y era la española Carla Antonelli. Me cambió el chip, porque vi una par mía que nunca me imaginé que existiera.

Luego conocí a Gloria Hazel Davenport. Cuando ves pares tuyas, que tienen otro pensamient­o, que te hablan de causas, de lucha, de necesitad y realidades, te cambian el mundo.

¿Tienes hijos?

Tengo dos, estoy casada y tranquila.

“De niña me gustaba colarme a las luchas; subirnos al ring era nuestro sueño”

¿Qué le hace falta a la gente que trabaja en la vía pública? Todo, no hemos avanzado en nada, seguimos como en los 70. La policía nos corretea, nos piden dinero, nos condiciona­n a que apoyemos a los diputados, a que vayamos a aplaudirle­s o nos levantan. Estamos de acuerdo en reordenarn­os, hemos pedido a gritos una ley del comercio.

¿Los comerciant­es del Centro Histórico son tu familia?

Sí, es mi origen, amo el comercio en la vía pública y me lleno de rabia cuando los discrimina­n.

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OCTAVIO HOYOS “Quiero que la gente vea el lado humano de las personas, vine a este mundo a abonar para lograr ese reconocimi­ento”.

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