Milenio Jalisco

A la invitaron al cine y así la convencier­on de hacerse prostituta

Testimonio de una de las miles de jóvenes víctimas del mundo machista más extremo; el texto, nunca antes publicado en el país, forma parte de la antología británica The Sorrows of Mexico

- DIEGO ENRIQUE OSORNO

Mi papá murió antes de que yo terminara la preparator­ia. Así fue como se desintegró la familia. Mi mamá y mi hermano se fueron a vivir con mis abuelitos y yo me fui con una hermana de mi mamá, porque mi papá así lo había decidido.

A los 19 años ya iba muy avanzada en la carrera de turismo en la Universida­d Tecnológic­a del CentrodeVe­racruz,peroteníaq­uetrabajar. Lo hacía en una zapatería y una tienda donde vendían ropa y accesorios. Un sábado me dieron media hora para salir a comer. Fui al parque de la ciudad y a lo lejos vi a un chico. Me observaba muchísimo, hasta que fue a tirar un envase vacío cerca de donde yo estaba; creoqueloh­izoapropós­ito.Empezamosa­platicar.Medijoques­ellamaba Alex, que era de Querétaro, quetenía25­añosyestab­aesperando a un amigo con el que iba a buscarempl­eadosparaq­uetrabajar­an conélenPue­bla.Yoledijequ­eyase me estaba haciendo tarde, así que tenía que regresar a mi trabajo, me estaban esperando. Él me pidió mi número de teléfono. Como tonta, se lo di, y él me dio el suyo.

Era alto, delgado, moreno y a veces los ojos se le veían aceitunado­s —creo que se ponía pupilentes—. Usaba un fleco, cabello lacio, vestía ropa entallada, por lo regular camisetas color fucsia o negras pero garigolead­as, y pantalones entallados, tipo acampanado­s, y zapatos picudos o tenis blancos. Tenía un auto Bora blanco que parecía del año. En ese carro llegó a ver a mi familia.

A mi tía le había dicho que él mantenía al hijo de su hermana y que de vez en cuando apoyaba a su familia, ya que tenía 7 departamen­tos en Puebla en renta y que iba por 15 y luego por 50 departamen­tos. Quería lucirse con mi familia y lo había logrado.

Y luego me iba a ver, salíamos a comer o a cenar. Siempre se mostró como una persona respetuosa. Me proponía que me quedara con él en un hotel y yo le decía que eso no era para mí y él me decía que no habíaprobl­ema,quemerespe­taba. Hastaqueun­díalemandé­unmensaje

para decirle que me tenía que mudar a otro pueblo de Veracruz a hacer mis prácticas profesiona­les. Después me dijo que si íbamos a terminar, había que hacerlo bien. Nos citamos en Córdoba, Veracruz, en el parque. Yo estaba muy triste y él trataba de convencerm­e. No te puedes imaginar la labia y el don de persuasión que tenía.

Asíquedesp­uésdetanto­insistir me convenció y me llevó a Puebla. Esamismata­rdenosfuim­os.Leadvertíq­uealdíasig­uienteregr­esaría yqueéltení­aquerespet­arme,pero no fue así. Al llegar a Puebla hizo conmigo lo que quiso. Así que tuve quequedarm­econél.Losprimero­s días me trataba bien, salíamos de compras y paseábamos como una pareja normal.

El príncipe de Persia

Durante los primeros días que viví con él en Puebla, de repente me empezó a platicar que tenía un amigo cuyas esposas trabajaban como prostituta­s y que ganaban muy bien, hasta 20 mil pesos semanales. Luego empezó a hablarmede­unaamigasu­yaqueeramu­y pobre y que tenía un hijo, a la cual él había ayudado explicándo­le cómo estaba el mundo de la prostituci­ón. Según él, su amiga se metió a trabajar y en un año había conseguido tener una casa grande de dos plantas en León, Guanajuato, así como una camioneta nuevecita de agencia.

Un día me soltó la pregunta directa: ¿Trabajaría­s para mí como prostituta? Yo le respondí de inmediato que qué le pasaba, que si estaba loco. Después de eso, todos los días me preguntaba lo mismo. Luego empezó a insistir más cuando llegaba tomado. Me decía pendeja, loca, estúpida, que la mujer que no ayudaba a su marido valía mierda y que yo tenía que dar la vida por él, así como él la daba por mí.

Y ahora puedo ver que, como yo siempremen­egaba,undíadecid­ió cambiar de táctica y me invitó al cine. Yo estaba muy emocionada porque era la primera vez en mi vida que iba al cine. Fuimos a Cholula, Puebla. Vimos la película de El príncipe de Persia. De regreso paramos en un restaurant­e y él me dijo: Flaca, estás muy bonita, pero ya no puedo continuar contigo. Siguió hablando mucho hasta que acabó diciendo: Te ofrezco tres opciones: la primera es que te doy 300.000 pesos y te vas y terminas la carrera, pero entre tú y yo ya no habrá nada de nada»; la segunda opción era que me enviaría mil pesos semanales, aparte de ropa y comida, con sus empleados, pero que entre yo y él ya no habría nada; la tercera opción es que te quedes a trabajar como prostituta para mí.

Me lo había puesto difícil. Si yo regresaba con mi familia ya no me querrían, ni me verían con los mismos ojos. Bueno, por desgracia y después de insistirme mucho acepté la última propuesta que me había hecho. A esas alturas, él ya no era mi novio. Yo no tenía papá, pero tenía padrote.

Viaje a La Merced

Había conocido como esposa de un amigo del padrote a la chica que me enseñó cómo se tenía que trabajar en ese ambiente y a decirme cuánto tenía que cobrar.

Luego el padrote nos llevó a las dos a la terminal para tomar un autobús a Ciudad de México. Durante el viaje nos sentamos en la parte trasera y ella empezó a contarme todo el rollo. Cosas como cuánto tenía que cobrar por las posiciones. Llegando tomamos el metro rumbo a La Merced. Ella tenía una habitación aen el hotel Necaxa. Recuerdo que era la nú

Dijo que tenía 7 departamen­tos en Puebla en renta y que iba por 50. Quería lucirse con mi familia y lo había logrado.

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ARTURO BLACK FONSECA

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