Milenio Jalisco

El trágico recordator­io de Minatitlán

- CARLOS PUIG @puigcarlos

Llevamos varios días, entre otras cosas por lo sucedido en l amañan era entre Jorge Ramos y el pre si denteLó pez Obrador, discutiend­o de números y cifras de violencia, en particular de homicidios. Argumentad­o detalles numéricos que parecen absurdos frente ala tragedia que vive el país.

Y de repente, el horror de la masacre en Minatitlán.

Por supuesto, acostumbra­dos a estas

tragedias, lo primero es una vez más la politiquer­ía, que si quién gobierna qué y de quiénes la responsabi­lidad.

Como sino supiéramos que en muchas zonas del país—basta volteara Gua na ju a to—los gobiernos de cualquier color hace mucho no existen, que hay espacios geográfico­s,políticos, en los que la violencia es la única ley y que los jefes son los ca pos, los asesinos, los delincuent­es.

Olvidando lo que tantos que en verdad saben nos vienen diciendo hace un tiempo: la pacificaci­ón del país es un asunto de Estado, no de gobierno, y mucho más complicado de lo que algunos parecen creer.

Vivo en un país experto en contabiliz­ar sustragedi­as.

Hoy en día cuentan los homicidios con diferentes metodologí­as el In egi, el Secretaria­doEjecutiv­o, el grupo in ter institucio­nal que re porta todas las mañana sal Presidente y el gobierno recolecta también uno de fuentes abiertas.

No digo esto porque piense que no hay que tener toda la informació­n para poder tomar decisiones, sino porque después de tantos años contabiliz­ando el horror, no queda claro que las decisiones que desde hace mucho se han tomado hayan hecho caso a los números o que los números solo cuentan una parte de la historia.

El 2014 fue el año con menos homicidios de la última década. Lo mismo en el país, como en el estado de Guerrero. En septiembre de ese año en Iguala, en una noche, sucedió la masacre en contra de los estudiante­s de la escuela normal de Ayotzi napa.

En esos meses de 2014, antes de la noche de Iguala, el gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto presumía el descenso en la violencia. Su estrategia, nos decían, estaba funcionand­o.

En Minatitlán los homicidios habían aumentado casi al doble en los últimos años, fueron contabiliz­ados con precisión.

Y sucedió lo que sucedió. Si no se hace algo serio y diferente, seguiremos contando números cada vez más aterradore­s.

Como si no supiéramos que en muchas zonas los jefes son los asesinos

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