¿Herencias malditas?
Las palabras con que se envenena el ambiente político por mezquindad o arrogancia están empezando a enquistarse en el ánimo colectivo. La arrolladora victoria de Morena debió ser el principio del urgente proceso de reconciliación nacional dejando atrás la polarización y la violencia verbal entre mexicanos.
Llegar al poder a través de un proceso democrático no transforma al gobernante en un demócrata.
Veracruz es ejemplo de la mezquindad de Cuitláhuac García revolcado por la ola de violencia. La masacre en Minatitlán exhibió un estado sin ley arropado por el desorden y la falta de liderazgo de un mandatario improvisado que en su pleito con el fiscal Winkler ha desestabilizado todos los niveles de gobierno dando oxígeno al crimen organizado en sus reacomodos internos.
En Guanajuato el presunto líder de un grupo delictivo amenaza al Presidente desafiando a las autoridades locales y federales. En CdMx la espiral delictiva se dispara sin que haya una estrategia clara y un esquema eficaz para combatirla. El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública actualiza que el primer trimestre de 2019 es el más violento de la historia. Este diagnóstico repercute en la política de seguridad del actual régimen, justificar el fracaso de cada gobierno estatal y local con la narrativa “del cochinero” heredado es una inmoralidad.
La lingüística es considerada una disciplina de interés social y la lingüística socio-pragmática toma el pulso a la sociedad como reflejo del comportamiento de los individuos. El discurso político genera relaciones de poder e ilustra trasfondos. La historia que se está construyendo por parte de la 4T se erige en cimientos defensivos alentando la división, la revancha y el ajuste de cuentas.
El resultado se exhibe a diario en medios masivos y plataformas digitales. Ante el desorden, la improvisación y desconocimiento en materia de seguridad la comunicación política se vuelve espacio de confrontación.
Y las tragedias, en lugar de unir, dividen y el encono enrarece el país destruyendo los lazos de confianza entre gobernantes y gobernados.
Urgen liderazgos que unan al país y se entienda que con el tema de la seguridad no se juega.
Por el bien de todos…
Las tragedias, en lugar de unir, dividen y el encono enrarece el país