Minatitlán, la mezquindad y el tino
dos los casos, en México se carecía de lo esencial, solo había en “el Instituto Nacional de Diagnóstico y Referencia Epidemiológica una sola máquina de PCR –que detecta de inmediato el virus y su cepa–, por eso se mandaban aviones de la FuerzaAéreaMexicanaconmuestrasaCanadáyEstadosUnidospara llevar el conteo de casos”.
México no estaba preparado para enfrentar esa emergencia sanitaria. Se tenía un plan de contingencia para blindar al país de la amenaza externa, de la gripe aviar AH5N3, pero no para hacer frente aunvirusquesurgióenelpaísofue el primero en detectarlo.
Como ex secretario de prevención y promoción de la Salud en 2009, Hernández fue el encargado de informar al secretario de Salud José Ángel Córdova sobre los casos atípicos de neumonías e infección respiratoria graves en San LuisPotosí,enelentoncesDistrito Federal, Veracruz y Oaxaca, así como, de los resultados de las biopsias pulmonares enviadas al Laboratorio Nacional de Microbiología de Canadá, que revelaron la nueva cepa y lo cual derivó a que el 23 de abril se cancelaran las clases y luego se impusieran medidas de distanciamiento social generales.
Las muertes en ese periodo, abundó, también se debieron a la falta de pericia médica. “No estaban capacitados para el manejo de respiradores o se carecía del equipo, además, el tratamiento para controlar la enfermedad estaba almacenado y no estaba listo para darse a la población.
“Hubo falta de pericia, de equipo y de medicinas. ¿Por qué digo falta de medicamento?, el Tamiflú (oseltamivir) no llegó oportunamente, porque lo teníamos en una presentación líquida, en jarabe, para población infantil y hubo que reconstituirlo, reempaquetarlo como cápsulas para adulto”, detalló tras referir que cuando ya se contaba con el tratamiento “los médicos se negaban a darlo.
“Nos falló hacer accesible el Tamiflú en el primer nivel de atención. Yo creo que si ahora hay otra epidemia, tendríamos que poner especial atención en cómo surtimos el primer nivel de medicamento y cómo capacitamos a los médicosparaquelohaganadecuadamente”, dijo Hernández.
Los hospitales padecieron carencias de equipo, falta de preparación y capacitación, de insumos, de respiradores para evitar el deterioro de las personas. Además, los partidos políticos y empresarios acusaron a México de montar un show para desviar la atención sobre la elección ganada por Felipe Calderón y las protestas de Andrés Manuel López Obrador.
“En el país había un ambiente político complicado, se sospechóqueelPresidenteinventóestos datos para inhibir el descontento por el resultado de las elecciones, había desconfianza. A nosotros, la Secretaría de Salud nos pedía las listas de defunciones e iba el Cisen a verificarlas. Calderón hizo su equipo de asesores y nosotros no estuvimos ahí”.
En el reino de la mezquindad, nadie concede. La oposición y los autodenominados contrapesos, más que condolerse de las muertes de la masacre de Minatitlán, de buscar explicaciones, encuentran la forma de cobrar las críticas previas del lopezobradorismo a la guerra, hurgan en los tuits del pasado como desesperados, y se solazan en el charco de sangre, en los cuerpos inertes y sus fotos, con una indignación fingida que no alcanza para ocultar su indolente satisfacción, su “se los dijimos”, “siempre hay un tuit”, como si el andar de la máquina de muerte les diera la razón en algo, los hiciera victoriosos. Actúan como el niño que, acusado con su madre, no ve el momento en que su hermano acusador cometa una falta para devolver el agravio, porque no le importa la falta, sino su venganza.
Hay incluso quien habla de karma; quien dice que “ahora ya ven que no es lo mismo oponerse que gobernar”. Como si, de veras, Peña Nieto y sobre todo Yunes Linares sólo hubieran fallado en el combate al crimen, como si no hubieran protegido mafiosos políticos. O como si les importara la cuenta de muertos, superior a Minatitlán en cantidad diaria en lugares que Morena no gobierna. Además de mezquindad, es una repugnante muestra de la rotura de la nación. No en las redes sociales nada más, porque representan una micro minoría, sino en la conversación pública más en general. Pero eso no exime a nadie de responsabilidad.
Medios de comunicación y oposición política abrieron la llave a la fuente de narrativa. No sé si, seriamente, esperaban que en sólo cuatro meses de gobierno se revirtiera la tendencia de un orden social descompuesto, pero se trata de una crítica válida y, de hecho, el flanco más legítimo de una oposición usualmente tonta que suele hacer objetos de debate de cosas que no son tema: los zapatos del presidente, un supuesto tránsito al autoritarismo, el dinero repartido en becas y programas. En este caso, es cierto: Morena gobierna Minatitlán, Veracruz y México, ocupa espacios legislativos locales, no hay pretexto alguno por lo menos para no explicar con lujo de detalles qué es lo que pasó, sin caer en las narrativas prefabricadas más fáciles, que hacen de todo un problema donde sicarios de cárteles pelearon a otro la plaza. Menos razón de ser tienen algunas reacciones que insinúan una violencia sembrada desde el viejo régimen, o en todo caso tampoco eximiría de nada al gobierno, porque querría decir que no tiene control suficiente sobre el territorio ni donde gobierna cada ámbito. En Veracruz es cierto: no lo tiene. Todo el poder no le ha servido a Cuitláhuac García ni para derrotar y destituir al mafioso que tiene como fiscal del estado, Winckler, impulsado por Yunes y varias veces claramente obsecuente con el crimen.
Se trata también de un llamado de atención a la Presidencia, porque la violencia no ha disminuido (o ha sido poco si lo ha hecho, con la pura coordinación) y ese problema seguirá evidenciando carencias estructurales del gobierno: en la comprensión de los desórdenes y corrupciones locales, en el reclutamiento de cuadros administrativos, en la habilidad política de quienes habiendo ganado el gobierno no son aún capaces de tomar el poder.
Como si les importara la cuenta de muertos en lugares que Morena no gobierna